Juan 5.5-9 – Jesús sana al Paralítico de Betesda

Comentario Bíblico Devocional del Evangelio de Juan

¡Muy bienvenidos a Gracia y Vida!

Te invitamos a analizar, estudiar y aplicar juntos la palabra de Dios a nuestras vidas. Hoy lo haremos a partir del comentario del texto bíblico de Juan 5.5-9, al cual hemos titulado: Jesús sana al Paralítico de Betesda.

Este último es sólo el título de la publicación, en diferentes traducciones de la Biblia han llamado a este evento/historia: “Jesús sana a un inválido” (NVI), “Jesús sana a un hombre cojo” (NTV), “Jesús sana al paralítico en Betesda o de Betzatá” (RVA-2015 y DHH respectivamente), etc., etc.

Esta es la segunda publicación de Gracia y Vida al respecto de este evento. En la primera hemos visto el contexto de esta historia, estudiando los versículos de Juan 5.1-4. Allí vimos las costumbres y creencias de la época, y también un breve análisis sobre los versículos tres y cuatro, los cuales no se encuentran en los manuscritos más antiguos.

En esta publicación veremos la historia en sí, es decir, el milagro de sanación del hombre paralítico y también su conversación con Jesús. Dejando para las próximas publicaciones lo que sucedió luego con los judíos en referencia al día de reposo, y la advertencia de Jesús a dicho hombre, para que ya no pecara más.

Dividimos así la historia para poder hablar con más detenimiento de los detalles de la misma, y para poder meditar y aplicar las enseñanzas que encontramos en ella. Puedes acceder a las distintas partes del análisis a través de los links que te vamos dejando en cada publicación.

Pero antes de comenzar con nuestro estudio de hoy, si nos permites, humildemente nos gustaría sugerirte que tomes un momento para orar. Esperamos que sea el Espíritu Santo quien te hable a través del texto bíblico y que te llene de Su sabiduría; esto te será mejor que cualquier dato o comentario que podamos aportar nosotros.

Dicho esto, te dejamos con el índice del estudio, el texto bíblico a analizar, y el comentario en sí mismo. Esperamos sea de bendición para tu vida.

Nota: Si bien te hemos dejado este índice para que navegues a voluntad por cada parte de la publicación, aún así, si es posible, te recomendamos que la leas de principio a fin para que logres entender plenamente cada parte, y cada versículo.

Texto Bíblico: Juan 5.1-4

5 Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado allí y supo que ya llevaba mucho tiempo en aquella condición, le dijo: «¿Quieres ser sano?». 7 El enfermo le respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras yo llego, otro baja antes que yo». 8 Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda». 9 Al instante el hombre quedó sano, y tomó su camilla y comenzó a andar. Pero aquel día era día de reposo.

Introducción

En la publicación anterior hemos visto distintos detalles, muchos de ellos nos ayudaron a comprender mejor la historia que estamos estudiando, otros a comprender algo más sobre las creencias populares de la época, y otros tantos nos sirvieron para analizar algunos aspectos importantes de nuestra fe.

Pero ahora, al analizar estos versículos de Juan 5.5-9, lo más importante para nosotros es entender que Jesús subió a Jerusalén para celebrar una fiesta de los judíos, y que al pasar por este lugar llamado “Estanque de Betesda” (Betzatá o Betsaida) se encontró con el hombre de la historia.

A partir de este encuentro se dio una conversación entre ellos, la cual terminó en una sanidad divina, un maravilloso milagro, el cual luego desencadenó en una investigación, de parte de los judíos, para comprender quién se animaba a romper sus reglas y tradiciones religiosas.

Posiblemente este sea uno de los primeros milagros, el cual, junto con otras tantas señales y enseñanzas de Jesús, harían que la antipatía y la oposición, de parte de los líderes judíos, creciera hasta el punto de tener la “necesidad” de llevar a nuestro Señor a la muerte.

Un milagro de amor en contraste con la impotencia, la envidia y el rencor por parte de quienes verían, a buena parte del pueblo, dejar de tomarlos como la única autoridad espiritual, al encontrar en Jesús al Mesías tan ansiosamente esperado. Este es uno de los muchos temas que iremos viendo en buena parte del evangelio.

Pero no nos adelantemos tanto por ahora, sino que vayamos de a poco. Estudiemos ahora los versículos propuestos para luego continuar con las demás partes de este maravilloso Evangelio. Sin dudas Dios tiene mucho de qué hablarnos a través de estos versículos de Juan 5.5-9. ¡Comencemos!

Comentario

5

Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.

En este versículo tenemos por lo menos dos cosas que observar, la primera tiene que ver con un ejemplo que nos deja el escritor del Evangelio, y la segunda que veremos, es la situación del hombre paralítico y la duración tan prolongada de su sufrimiento.

El ejemplo de Juan para nosotros

En este texto podemos ver cuán minucioso fue el apóstol al describir este acontecimiento, tanto que entre otros detalles, nos cuenta con exactitud la duración de la enfermedad: 38 años.

Seguramente, Juan buscaba hacer todo con excelencia para la Gloria de Dios, pero también, su intención era ayudar a sus lectores a comprender lo mejor posible cada historia y cada enseñanza de nuestro Señor.

¡Cuán bueno es este ejemplo para cada uno de nosotros!

También nosotros deberíamos hacer todo lo posible para ayudar a otros a entender las enseñanzas de nuestro Dios, y no solo esto, sino que también, en cada tarea, y en cada actitud, deberíamos buscar llevar Gloria al nombre de nuestro Dios. ¿No es así como debería ser? ¿Lo estamos haciendo? Dios nos ayude a seguir este gran ejemplo.

Gracias al esfuerzo de Juan, podemos comprender mucho mejor lo que sucedía con aquel hombre lisiado, quien había sido dejado allí con una esperanza y con una meta, la de estar justo allí, en aquel lugar y en el momento exacto, en que “el Ángel” moviera el agua.

(Por nuestra parte ya hemos dicho, en el estudio previo, que este tema del movimiento del agua a manos de un Ángel, era una creencia popular de la época, y además, también hemos hablado sobre la canonicidad de la segunda parte del versículo 3 y del versículo 4 completo, un detalle técnico que es de importancia para comprender mejor este texto).

Veamos ahora qué nos dice este versículo 5:

La situación del hombre paralítico

Independientemente de todo lo mencionado, lo que esperaba el hombre de nuestra historia, era recibir una sanidad milagrosa de parte de Dios. Y por lo tanto, salir de su miseria, escapar de su situación y vivir otro tipo de realidad (un sentimiento que muchos hemos tenido ¿cierto?).

Cuán duro sería para él depender cada día de alguien que lo pudiera ayudar, por no poder movilizarse por sí mismo; y cuán difícil sería, vivir cada día con un solo objetivo el cual no dependía de él, sino de otros.

Él necesitaba por lo menos tres milagros, a saber: Que el Ángel viniera cuando él esté, que apareciera alguien más en ese preciso momento para que lo ayudara a meterse en el estanque y, poder entrar en él antes que los demás. Viendo todo esto: ¿Cuántas posibilidades crees que tendría?

Y aún así, él estaba allí cada día, con esperanza, pero también, seguramente, con cierta frustración… Algo bastante lógico para quien espera por tanto tiempo alguna cosa, sin poder hacer nada para modificar sus posibilidades de conseguirla.

¡Cuán grande sería la angustia de aquella persona! Había estado postrado y dependiendo de otros por treinta y ocho años. ¡Treinta y ocho años sufriendo! ¡Cuánto dolor y cuán largo su pesar! ¿Cierto? Ahora, ¿no te sucede que muchas veces te sientes impaciente por solo algunos meses o incluso por algunas horas de angustia…?

Pensando ahora por un momento en nosotros ¿Has tenido fe, pero también ansiedad? ¿Incertidumbre del presente, pero certeza de que Dios estaba a tu lado? ¿Se generó en tí angustia en esos momentos? Sabiendo que Dios tiene todo en Sus manos, pero que no sabes cómo se resolverán tus situaciones…

Pensemos y reflexionemos juntos

Siendo que nuestras situaciones se resuelven en menos tiempo, ¿qué sucedería si fuéramos nosotros los que estuviéramos en el lugar de aquel hombre? Treinta y ocho años postrados… ¿Podríamos mantener las esperanzas? ¿Seguiríamos teniendo fe en nuestro Dios? ¿Qué sucedería con nuestra fe en esas circunstancias?

Por nuestra parte (quienes conformamos Gracia y Vida), anhelamos que tu fe esté sostenida por algo mucho más poderoso que por la esperanza en un milagro. En lugar de eso, esperamos que tu fe se apoye firmemente en Jesús, el único que puede fortalecerte, guiarte, sostenerte y consolarte en todos tus momentos de espera, de angustia, incertidumbre y necesidad.

Al escribir esto no lo hacemos como fanáticos o como ciegos ante la realidad del sufrimiento. Nosotros mismos hemos vivido muchas pruebas y pasado por diferentes momentos de dolor. Sí que hemos sufrido, pero también, y aún en medio de tormentas y mareas, hemos sido sostenidos y fortalecidos por nuestro Padre Celestial.

Lo maravilloso de esto, es que esta posibilidad no es solo para algunos pocos, sino que cada hermano en Cristo ha tenido la oportunidad de vivenciar, de disfrutar, y luego de la prueba, de agradecer a Dios por Su obrar en nuestras vidas. Su presencia no nos ha faltado, Su poder no se ha debilitado y Su brazo no se ha acortado.

¡Gracias Señor, bendito seas!

Por tanto, si estás pasando por la prueba, la angustia y/o la incertidumbre, debes saber que: ¡Dios nunca te ha dejado de amar, nunca se ha alejado de ti y nunca se ha dejado de ocupar de ti! Te ama, te amará y estará a tu lado todos los días y hasta el fin del mundo (Mateo 28.20), nadie ni nada te podrá separar de Su amor por tí (Romanos 8.35-39).

Por eso, a pesar de lo dura de tu prueba o de la dimensión de tu incertidumbre: Confía y sigue con fe. ¡Él estará a tu lado siempre! Dios mismo te dice en Deuteronomio 31.8: “El SEÑOR irá delante de ti; El estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te acobardes”. “No se dormirá el que te guarda” Salmo 121.4

Volviendo ahora a nuestro texto, leamos el versículo 6:

6

Cuando Jesús lo vio acostado allí y supo que ya llevaba mucho tiempo en aquella condición, le dijo: «¿Quieres ser sano?».

Cuando Jesús lo vio acostado allí se acercó a él con mucho amor. Dispuesto a hacer el bien en su vida. Y si bien habían muchos otros allí postrados, el hombre de la historia tuvo la enorme dicha de haber sido visto por nuestro Señor. ¡Qué afortunados somos de que Él nos haya mirado!

Ahora, con respecto al tema sobre cómo Jesús supo que llevaba mucho tiempo en esa condición, se han presentado distintos tipos de respuestas. Algunas posibles respuestas serían: La omnisciencia de Jesús, que alguien le haya informado, que lo conociera de antes, o que se diera cuenta por sí mismo al ver el estado del mismo.

Si bien el texto no lo especifica, te presentamos nuestra hipótesis. Ten en cuenta que no es una verdad bíblica sino una interpretación de nuestra parte:

Cómo conoció Jesús el tiempo de sufrimiento de este hombre

Hemos hablado sobre la omnisciencia de Jesús en distintos comentarios, sin embargo, la palabra utilizada aquí tal vez no aplique a este tipo de conocimiento. El verbo γινώσκω normalmente se emplea para describir un conocimiento experimental (llegar a saber, reconocer, percibir), pero no a un conocimiento previo.

Es por eso que la traducción que analizamos (la NBLA) dice: “cuando Jesús lo vio… y supo que…”. Esto también se ve en otras traducciones como la RVA y la NTV, las cuales también lo traducen de esta misma forma: “y supo”. Por otro lado, otras versiones lo traducen como: “Y se enteró”, estas son, por ejemplo, la DHH y la NVI, esta última dice: “Cuando Jesús lo vio allí… y se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar así…”.

Es solo por esta razón, y por ninguna otra, que no hablamos aquí sobre la omnisciencia de Jesús, como sí lo hicimos cuando hablamos de lo sucedido con Natanael en Juan 1.47-51; o con los muchos que creyeron aunque Jesús no se fiaba de ellos, en Juan 2.23-25. En esos casos la omnisciencia era clara y evidente, pero a nuestro criterio, no lo es en este caso.

Entonces, siendo este el caso, ¿cómo se dio cuenta Jesús? Bueno, nosotros creemos que Jesús lo supo simplemente por verlo. Era obvio a la vista que estaba enfermo y dejado allí por mucho tiempo (nótese que el texto dice que “Jesús supo que llevaba mucho tiempo”, pero no dice que Jesús supo que llevaba 38 años. La cantidad de tiempo fue algo que luego agregó Juan en su relato de lo sucedido).

Veamos ahora qué le preguntó el Señor, e intentemos entender por qué le hizo tal pregunta.

La pregunta de Jesús: ¿Quieres ser sano?

Al verlo, Jesús se dirigió a él, vio la condición en la que se encontraba, y sin mediar otras palabras le preguntó si quería ser sano. Obviamente la respuesta debería ser un rotundo sí, pero la pregunta no buscaba esta simple respuesta sino que muy posiblemente tenía por lo menos tres finalidades más, a saber:

  • Que dicho hombre sacara su mirada del estanque y la pusiera en Jesús
  • Que pudiera prestar atención a lo que Jesús tenía para decirle
  • Y que al estar atento, pudiera decidir si obedecer o no a lo que Jesús le pediría que haga.

Hablemos brevemente de cada una de ellas y reflexionemos un poco al respecto.

Poner la mirada en Jesús

Después de tanto tiempo de estar en la misma condición, y luego de acostumbrarse a estar pendiente tan solo del agua del estanque, aquel hombre por fin tuvo la posibilidad de encontrar una solución para su enfermedad.

El médico de médicos se había presentado delante de él, solo que, muy posiblemente, nuestro Señor no llamó la atención de aquel hombre hasta que le habló. Y aunque nos llame la atención leerlo de esta manera, esto es más que entendible por la siguiente razón:

Jesús estaba comenzando su ministerio público aquel año, y por lo tanto, no muchas personas podrían reconocerle a simple vista. Es más, en una circunstancia posterior, cuando los judíos le preguntaron por la identidad de quien que lo había sanado, aquel hombre no podía precisar quién había sido.

Más allá de esto, al tener la posibilidad de estar frente a Jesús, lo que aquel debía hacer era dejar de esperar en otras alternativas para poder poner su fe sólo en Él. Esto es lo que muy posiblemente pretendía Jesús al llamar la atención de dicho hombre.

Evidentemente, esto es cierto también para nosotros, ya que nuestra fe no puede estar dividida. O bien confiamos en Jesús o no lo hacemos, y entonces, si no confiamos en él, pondremos nuestras esperanzas en alguien o en algo más. Esta es una decisión que cada uno de nosotros debe tomar.

Ahora, cuando decidimos confiar en Él no podemos estar mirando atrás o hacia el costado, la ambigüedad es algo que a Dios no le agrada. Por lo tanto, ¿confiamos verdaderamente o lo hacemos a medias? Veamos por un momento lo que dice el pastor Santiago en su epístola:

Santiago 1.5-8

5 Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6 Pero que pida con fe, sin dudar. Porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, 8 siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos.

Por ende, si pones tu confianza en Él, por favor, no dejes de confiar. No mires otras alternativas. No pienses en cómo solucionan la situación quienes no tienen a Jesús. Si confiamos en Él sabemos que en Sus tiempos Él responderá. Esa es la experiencia de todos los que hemos puesto nuestra confianza en Él.

El vivir confiada/o y con esperanzas depende más de ti que de Él. ¿Lo sabías? Como dice el Salmo 37.5: “Encomienda al Señor tu camino, Confía en Él, que Él actuará”

Por otro lado, también te dejamos otra herramienta, por si gustas leer más sobre el texto de Santiago, el Comentario Bíblico Devocional del Evangelio de Santiago 1.5-8, publicado por Gracia y Vida.

Prestar atención a lo que Cristo tiene para decirnos

Esto es lo que debió hacer el hombre de nuestra historia para obtener luego la sanidad, pero también es lo que deberíamos hacer nosotros para saber la voluntad de Dios, para entender qué quiere de nuestras vidas, qué espera de nosotros.

Si en verdad confiamos en Él entonces debemos oírle y obedecerle, y para esto, no podemos estar todo el tiempo distraídos en nuestros deleites o concentrados en otras ocupaciones.

Dedicar tiempo para estar en la presencia de Dios es fundamental para cada uno de sus hijos, de otra manera, cómo habremos de conocerle más, cómo llegaremos a lograr comunión con Él, cómo podremos decir que le amamos (sin mentirle a otros y a nosotros mismos).

Debemos estar atentos a lo que Cristo tiene para decirnos, de otra manera, no podremos oírle. Para esto debemos disponer de nuestro tiempo, cuanto más mejor. Nadie forja buenas relaciones sin pasar un buen tiempo con la otra persona, con Dios es igual.

¿Cuánto tiempo pasas en comunión con Él cada día? Y si no lo haces, ¿cómo esperas que te hable? O, ¿cómo esperas escucharlo? Dedica tiempo para encontrarte con aquel a quien llamas Señor y muchas cosas tomarán otro color en tu vida, podrás ver tu mundo desde otra perspectiva, podrás sentirte más confiada/o y segura/o. ¡Haz la prueba!

Obedecer a Jesús

Esto es algo que aquel hombre liciado debió hacer. Leemos esto en el versículo 9, pero lo hablamos aquí porque es lo que Jesús esperaba de él, y la razón por la cual le hizo aquella pregunta.

El hombre debió poner de su voluntad para creer, para obedecer y para ponerse en pie.

Obedecer a Jesús y a Dios el Padre es algo que todos debemos hacer.

Aunque muchas veces nos resulte difícil de entender qué hacer y cómo hacerlo, aún así debemos buscar Su voluntad, y al comprenderla, debemos obedecer. ¿Estarás de acuerdo?

Imagina ahora al hombre de la historia, 38 años postrado, y de repente alguien le pregunta si quiere ser sano y luego le ordena que se pare. ¿Cómo? 38 años sin poder hacerlo. ¿Qué hubieses hecho tú? ¿Estás segura/o? Recuerda que aquel hombre no sabía quién era Jesús. Es algo difícil de imaginar ¿cierto?

Pero eso fue lo que sucedió con su vida, obedeció y recibió bendición. Eso también puede suceder con tu vida. Al pensar en esto, recuerda que Él te acompañó y guió desde el momento en que lo conociste y hasta ahora. ¿Cierto? Por otro lado, también es cierto que si Él te pide algo, obviamente te respaldará.

Dios no abandona a sus hijos, Él siempre permanece cerca, usa Su poder cuando es necesario, hace milagros cuando la situación lo amerita (no siempre), consuela, contiene, sustenta y guía a Sus hijos, y nunca, nunca los olvida ni los deja solos. Ese es nuestro Dios.

Por tanto, si te pide algo, entonces, ¿no deberíamos simplemente obedecer?

¡Claro que sí! Eso es lo que Él espera de ti, así como también lo espera de cada uno de sus hijos. Por tanto: ¿Qué te muestra el Señor en este tiempo? Es tiempo de demostrar tu amor por Él a través de tu obediencia. ¿Qué dices tú? ¿Qué tal si tomas unos momentos para hablar con tu Padre al respecto?

Volviendo ahora al texto bíblico:

7

El enfermo le respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras yo llego, otro baja antes que yo».

En este versículo vemos lo que el hombre tenía en su mente, él pensaba: Si alguien no me mete en el estanque en el preciso momento en que el agua es removida por el Ángel, entonces, no llegaré a curarme.

Esas habían sido sus esperanzas durante mucho tiempo, sin embargo, Jesús había venido a él para cambiar su historia. Ahora tenía otra posibilidad, en breve su tiempo de dolor terminaría. Dejaría su camilla, su estancia en ese lugar con tantos enfermos y tendría la posibilidad de poner su fe cada día en el autor de su salvación.

Eso es lo que aquel hombre estaba a punto de obtener, algo que nosotros también tenemos a disposición: una nueva vida a partir de tener un encuentro con Jesús. ¿Le has entregado tu vida a Él?

A pesar de que dicho hombre no sabía lo que le estaba por suceder. Y a pesar de que su fe no había sido puesta en el Señor, Jesús se había acercado al hombre con la intención de llenar su vida de bendición (¿te suena familiar, no es eso lo que hizo Cristo en tu vida?). Veamos lo que le dijo:

8

Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda».

Maravillosas palabras, maravillosa esperanza y maravilloso regalo inmerecido.

Jesús no le reprochó por sus pecados (luego hablaremos más sobre esto – en otra publicación-), no le pidió que haga nada específico y tampoco le impuso ningún condicionante. Simplemente lo curó.

Aquel hombre posiblemente no lo mereciera, seguramente no sería el más justo de todos los enfermos que se encontraban a su alrededor, por otro lado, tampoco conocía a Jesús, ni le había pedido nada. Pero Jesús, aún así se fijó en él.

¿Entiendes qué es la gracia? ¿La ves en esta historia? ¡Eso mismo es lo que hizo Jesús con cada uno de sus hijos! Nos salvó aún sin merecerlo. ¿Has recibido Su salvación?

Por otro lado, ¿puedes notar la autoridad con la que habló Jesús? Esto es lo que aquel hombre necesitaba, si sólo le hubiese sugerido (“si quieres puedes levantarte”), posiblemente no lo hubiese hecho (recuerda lo hablado en párrafos anteriores.

Por ende, más allá de todo lo que hizo por él, Jesús motivó al hombre, de tal manera que en el versículo siguiente lo vemos andando. Cuando Jesús hace algo, lo hace de manera completa, Él no te da bendiciones a medias, Él no te ayuda solo un poco.

Ahora, algo que debemos tener en claro, es que sus bendiciones dependen de Su amor más que de ti o de lo que creas merecer. Es por eso que Sus hijos siempre ensalzamos tanto Su amor y Su gracia para con nosotros.

Pasemos ahora el siguiente versículo:

9

Al instante el hombre quedó sano, y tomó su camilla y comenzó a andar. Pero aquel día era día de reposo.

El poder de Dios es inimaginable. ¿Lo sabías, lo has experimentado? Aquel hombre se dio cuenta de esto en ese mismo momento. Al instante quedó sano. Eso es algo más que maravilloso.

Dicho hombre no debió hacer nada especial, no debió esperar ni un momento, no debió decir ninguna cosa, absolutamente nada. Jesús lo hizo todo, y eso seguramente fue algo que lo marcó de por vida.

Sin embargo, y aún así, dicho hombre sí hizo lo que le correspondía, es decir, puso su fe en Jesús y en sus palabras, tuvo confianza, hizo el esfuerzo e intentó hacer lo que Jesús le había pedido. No se negó. No se burló de Él. No le dio mil explicaciones de por qué no podría.

Simplemente creyó y actuó.

Él hizo su parte. Algo que también nos resulta de enseñanza para nosotros.

Pensemos juntos

Muchas veces nosotros, que decimos tener fe, no confiamos tanto en lo que nos dice la palabra de Dios. Muchas veces leemos textos como los de Isaías 38 y decimos: “eso es para otros” o, “Dios actuó así con hombres y mujeres especiales, pero tal vez no conmigo”.

Decimos estas cosas luego de orar por un tiempo. Y después de no ver las respuestas que esperábamos, nos ponemos incrédulos, duros en cuanto a la cuestión en sí, como si la solución nos hubiera sido denegada. Como si el tiempo de la respuesta se hubiera agotado.

Muchas veces olvidamos enseñanzas y parábolas de Jesús, como la de la viuda y el juez injusto (Lucas 18.1-8), las cuales nos alientan a orar sin desmayar, a buscar constantemente a Dios, a no perder la fe, a no dejar de creer en el amor y en el poder de Dios.

Nos impacta la introducción de Lucas al narrar dicha parábola:

Jesús les contó una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer (Lucas 18.1)

Eso es lo que debemos hacer cada uno de nosotros. Cree y obedece. ¡Te alentamos a hacerlo!

Volviendo nuevamente a nuestra historia, aquel hombre seguía teniendo esperanzas luego de treinta y ocho años de esperar un milagro. ¿Será este un buen ejemplo para nosotros? Si Dios se tarda seguramente es por nuestro bien, pero nosotros no debemos desmayar, sino seguir firmes y adelante, como rezaba un antiguo himno:

“Firmes y adelante, huestes de la fe, sin temor alguno que Jesús nos ve”

Más reflexiones sobre esta historia de sanidad en Betsaida

Servir y ayudar sin condicionar

En este tipo de historias podemos ver que el evangelio es integral, es decir, que no está dirigido, solamente, a la vida espiritual de las personas, sino a todo aspecto de la vida humana.

Por otro lado, notemos que Jesús no le pidió que lo siga o que le entregue su vida, ni tampoco algo a cambio. Simplemente lo sanó. Esto debería ser un ejemplo para nosotros a la hora de llevar adelante el ministerio de ayuda social.

Es obvio que nuestro objetivo final es la salvación de las personas y, claramente, ese también era el objetivo de Jesús, pero de esta historia deberíamos aprender que, cuando ayudamos a otros no debemos poner condicionantes:

“Si vienen a la iglesia los ayudaremos”. “Si no son miembros no les corresponde ayuda”. “Si no vienen siempre, entonces no hay mercadería (suministros, alimentos, etc.)”. Cuando damos estos mensajes, poco más que los estamos extorsionando…

Debemos tener bien en claro que si han de ser salvos, lo serán más allá de nuestras intenciones, métodos o anhelos.

Por otro lado, está claro por qué muchas veces tomamos esas medidas, a veces no nos alcanza para todo el mundo y debemos priorizar, y a veces también vemos como muchos se aprovechan de nosotros y decidimos dar a quienes en verdad lo necesitan. ¿A quién no le ha pasado?

Pero también sabemos que si es posible, debemos hacer el bien a todo el que podamos, (Gálatas 6.9-10), dándoles una palabra, pero esperando y confiando en que el Señor hará Su obra en dicha persona.

Luego, la persona pondrá (o no) de su parte, y si lo hace, llegará a ser salva. Pero nosotros, por mucho que queramos, no podremos poner fe en su corazón. Por ende, tú, al estar ayudando, ya estás haciendo lo que te corresponde. Descansa en eso y sigue con la obra.

La fe en los milagros

Muchos de nosotros también esperamos recibir algún milagro de nuestro Señor, así como aquel hombre. Y ciertamente esta historia nos muestra que en Dios todo es posible. Que Él puede vernos, que Él se interesa en nosotros y que tiene el poder para sanarnos de cualquier mal, incluso de uno que nos atormente desde hace mucho tiempo.

Esto debería llevarnos a fortalecer nuestra fe, a poner nuestra confianza en el Señor y a seguir adelante más allá de la situación por la que estemos pasando. Debemos saber que Él tiene cada situación bajo Su control y que solo espera el momento adecuado para resolver cada cuestión.

Entonces, ¿Tienes esperanzas en el Señor? ¿Confías?

Ahora, que nos ame y que tenga el poder para hacer un milagro, no significa que curará de cualquier mal a todos y a cada uno de nosotros. Lo que sí implica es que es posible que así lo haga, pero no que sea un hecho que lo hará.

La decisión estará en Dios, y sólo Él sabrá cuándo, cómo, y a quién aplicar un milagro de sanidad divina o, a quien curar por medio de la medicina tradicional (ir al médico y confiar en la ciencia no es incompatible con la fe), o tal vez, no curar y llamar a Su presencia (¿cuántos buenos y fieles hermanos han partido por una enfermedad?).

Esto es algo que a veces pudiera desconcertarnos, pero es también cierto que aunque no sepamos Sus planes, aún así debemos seguir con fe, sin perder nuestras esperanzas, ni dejar que nuestra fe decaiga o muera.

No sabemos si lo hará o cuando lo hará, pero lo que sí sabemos es que Él nos ama y que desea lo mejor para nosotros desde una perspectiva espiritual y eterna. Esto quiere decir que Dios está mirando los efectos de Su obrar en nuestras vidas a largo plazo, en relación a la vida eterna que Él ya nos ha ofrecido y que ha de darnos.

Por ende, debemos saber que no todo lo que deseamos o le pidamos, aunque sea bueno desde nuestra propia perspectiva, tendrá los mejores efectos para nuestra vida espiritual. Por ende, es cierto que muchas veces no sabremos qué es lo mejor para nosotros, pero lo que sí sabemos es que Él sí lo sabe.

¡Tu Padre espiritual sabe qué es lo mejor para ti y está obrando a tu favor! Por tanto: ¡No pierdas las esperanzas! ¡Sigue firme en tu fe!

Finalizando este comentario

Hemos hablado mucho sobre este maravilloso milagro, sobre el hombre de nuestra historia, sobre el autor del milagro y sobre distintos temas que se desprenden del texto bíblico. Esperamos que esta lectura haya sido de bendición para tu vida.

En las siguientes publicaciones continuaremos estudiando cómo siguió la historia, retomando por la aclaración de Juan en el versículo 9: “Pero aquel día era día de reposo”. Y además, seguiremos meditando y reflexionando sobre las enseñanzas del Texto sagrado.

Te animamos a seguir estudiando la Biblia, a mantener una relación de estrecha comunión con tu Señor y a mantener firme tu fe, obedeciendo Su palabra y llevando el mensaje por dondequiera que vayas.

Aquí nos despedimos por ahora. Si gustas, puedes escribirnos, esperamos tu devolución, tus comentarios y/o consultas. ¡Dios te bendiga mucho!

Nota

  • Todas las citas bíblicas fueron tomadas con permiso de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2005 by The Lockman Foundation.

Hasta aquí hemos visto:

Juan 5.5-9 – Jesús sana al Paralítico de Betesda

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