Los silencios de Dios
Dios nos considera sus hijos e hizo todo lo necesario para que tengamos comunión con Él. Esto es algo que podemos ver tanto a través de la muerte de su Hijo en la cruz, como en el Espíritu Santo viviendo en nosotros, y también, en su disposición para prestar sus oídos a nuestras oraciones. Entendemos por ende que a Él le interesa, y mucho, relacionarse con nosotros.
En la Biblia encontramos una enormidad de versículos que nos instan a orar (Mateo 26.41; 1 Romanos 12.12; Tesalonicenses 5.16-18; Colosenses 4.2); que nos muestran cómo hacerlo (Lucas 11.1-13; Santiago 1.6, 5.16; 1 Pedro 4.7); y que nos refuerzan la fe en cuanto a las respuestas de Dios (Salmos 145.18; Jeremías 29.12, 33.3; Marcos 11.24; Romanos 8.26; Filipenses 4.6-7; Hebreos 4.16).
La existencia de tantos versículos (obviamente no los hemos citado a todos) nos demuestra de por sí, no sólo que Él espera relacionarse con nosotros, sino también, que nos ha provisto de las herramientas necesarias como para hacerlo. Pero si bien esto es cierto, aún así, los momentos de silencio tienen su lugar en nuestra relación con Dios; y cuándo nos llegan, nos obligan a pasar por un tiempo de desierto relacional con Él.
Otra cosa que debemos saber sobre ellos, es que si están relacionados con el desarrollo de nuestra madurez espiritual, dichos momentos no serán de largo plazo, aunque pese a eso, nos serán dolorosos e implicarán una dura etapa de prueba para nuestra fe. Será en aquél momento en que deberemos demostrar cuánto hemos crecido, cuán sólida es nuestra confianza en Dios y cuán decididos estamos a seguirle.
Ahora, tal vez podamos preguntarnos:
La ausencia de revelación o de comunicación de su parte, para algún momento especial o para alguna cosa en particular, tendrá por lo menos cuatro razones de ser, a saber. Porque:
Veamos juntos cada una de ellas (si tienes identificada cuál es la tuya, puedes ir directamente a ella, pero leerlas todas te ampliará el panorama y te perparará para los momentos por venir). La primera tiene que ver mucho más, con nuestra posibilidad de raciocinio y con nuestro libre albedrío, que con cualquier otra cosa:
Comenzaremos diciendo que Dios no nos dice todas las cosas, ni nos habla todo el tiempo. No porque Él no pueda o porque no quiera hacerlo, sino porque nosotros, de presentarse éste tipo de momento de silencio, ya tendremos todos los recursos como para poder decidir por nosotros mismos y para hacerlo de la mejor manera.
En este punto no estará por demás aclarar que, si bien Él no nos ha puesto en la posición de títeres o de robots, tampoco nos ha negado la independencia para afrontar nuestros propios desafíos, ni para tomar nuestras decisiones. Es más, muchas cosas de nuestras vidas dependen solo de nuestro discernimiento, gusto y voluntad.
Para ejemplificar lo que estamos diciendo, pudiéramos pensar en la carrera que elegimos estudiar o a qué colegio enviaremos a nuestros niños, e incluso podemos agregar cosas más triviales, como si compraré un postre de frutilla o de chocolate para la cena. Sería ilógico pensar que Dios nos debería indicar cada cosa que debamos hacer.
De ser el caso, ¿De qué nos servirían la capacidad de raciocinio y el libre albedrío que Él mismo nos dio? Él puso ambas cosas a nuestra disposición cuando nos creó, y nos las dio para que las utilicemos. No que Él no nos guíe en algunos momentos o en determinadas decisiones, pero sí que debemos utilizar nuestras capacidades y libertades. Dicho esto:
Ahora, dado que tengo libertad y también capacidad para poder actuar y elegir:
¿Implica ésto que no debo consultarle nada? Por supuesto que NO.
Aún cuando Él, no nos guíe para cada paso de nuestras vidas, igual nosotros deberíamos pedir discernimiento, sabiduría y entendimiento. Tal vez Dios no nos diga exactamente qué hacer pero sí podrá ayudarnos a tomar decisiones sabias y prudentes. ¿Cómo? Llenándonos de su sabiduría.
Veamos ahora la segunda posibilidad para el silencio divino, y luego más adelante hablaremos de la sabiduría:
La segunda razón para el silencio de Dios, tendrá que ver con nuestro proceso de crecimiento, el cual es un objetivo primordial para nuestro Padre Celestial.
Muchas veces nos encontraremos con silencio de parte de Dios en momentos de duras pruebas, o cuándo estamos frente a decisiones muy difíciles, en las cuales no sabremos qué será mejor. Estos serán sin duda tiempos conflictivos para nosotros, pero la experiencia (propia y de muchos otros) nos demuestra que se pueden superar y que, al momento de hacerlo, nos encontraremos mucho más fortalecidos y maduros.
En este punto será más que importante aclarar que, cuando Dios entiende que es el momento oportuno para esta prueba, es porque ya nos ve con la madurez suficiente como para poder afrontarla. Ésto debe dejarnos un poco más tranquilos y con mayor confianza; ya que para cuando llega este momento, de seguro ya habremos estado mucho tiempo en sus brazos y será hora de bajarnos para dar nuestros primeros pasos de madurez.
Los silencios de Dios
A la hora de aconsejarnos, dependiendo de la madurez, de la comunión con Dios, de la edad, de las experiencias ya vividas, y hasta de la posición teológica de la persona que nos aconseje, encontraremos diferentes puntos de vista, que no siempre son compatibles, y que hasta en algunos casos se contraponen, veamos algunos de ellos:
Como vemos, hay varias posturas y consejos, pero…
¿Qué debemos hacer nosotros? ¿Cuál consejo será el más sabio? Es llamativo que Dios no nos revele nada en tales momentos; y hasta a veces, más que llamarnos la atención, nos genera más ansiedad y hasta frustración. ¿Te ha sucedido? En esos momentos es cuando más debemos acercarnos a Él y cuando más discernimiento debemos pedir.
Permíteme ahora darte algunos tips que pudieran servirte:
El primero y más importante es que aún en esos casos debes fortalecer tu fe, la cual nunca debe menguar. Debes entender que es tu fe la que está siendo puesta a prueba, así como tu paciencia y tu fortaleza; el siguiente será comprender que Dios no te ha abandonado, sino que está tan cerca como siempre, observando qué es lo que haces. Por lo tanto: No te inquietes más de la cuenta.
Ponte a orar y a obrar con prudencia. Pide oración a tu grupo de contención en la Iglesia. Si no tienes, debes buscar uno con urgencia. Por favor entiende que no puedes aislarte; el evangelio no es de a uno, para algo existe la Iglesia, y entre sus razones fundamentales se encuentran el apoyo mutuo, el sostenernos y el guiarnos los unos a los otros. La misma base de todo esto se encuentra, entre otros lugares, en Juan 13.35.
En estos momentos más que nunca mira hacia tu interior e intenta determinar si tienes la paz de Dios, si cuentas con comunión con Él, si al orar te sientes cercano a Dios o si lo sientes distante (una cosa es que no responda y otra muy distinta es que no estés a su lado), cerciórate de que lo que haces te de confianza o dicho de otro modo, verifica que no te genere más ansiedad.
Estos son solo algunos tips. La mayoría tiene base bíblica, pero más allá de ello, solo son consejos de alguien que ha sufrido mucho, pero que sigue dependiendo de quien todo lo puede, del único que es perfectamente confiable. Son sugerencias y no recetas. Te las comparto esperando que te sirvan y que te ayuden. Espero en Dios que así sea.
A pesar de todo lo que puedas sentir:
Ora mucho, búscale con todas tus fuerzas; no pasará mucho tiempo hasta que lo encuentres, hasta que sepas qué hacer, hasta que obres en determinado rumbo y sientas que vas en paz con Él, que percibes su compañía y apoyo. Debes saber que eso es lo que Él más quiere, y por favor no pienses lo contrario, sería un grave error.
Entiende que la muerte de su Hijo es la mayor prueba de que su amor es infinito para contigo. Y también, que este silencio es solo una herramienta, algo que se utiliza con un objetivo en mente, con un propósito y con un tiempo de ejecución determinados. Algo que solo sucede en períodos cortos, aunque obviamente es verdad, que en muchos casos nos trae bastante angustia y aflicción.
Quisiera ahora compartir contigo que también yo he vivido momentos de silencio, y que también he sentido frustración ante dicho silencio; pero igualmente quiero que sepas que pasado un tiempo, cuando todo se aclaró en mi mente y corazón, he entendido que todo me ha conducido hacia Él, a la comunión con su persona y al entendimiento muchos de sus propósitos (aunque no de todos, pero eso no me preocupa, sino que más me alegra poder seguir en su camino).
Los silencios de Dios
Sin importar el momento que estés atravesando, aún si Dios no te responde, Él está sumamente interesado en tu vida y en tu madurez espiritual. En esto último encontramos muchas veces la clave de lo que nos sucede; de lo que Dios nos dice o de lo que calla; de su presencia y revelación o, de su silencio en el momento de nuestra búsqueda.
Es nuestra fe la que es probada en tales momentos, ella es la que debe ir evolucionando y creciendo. Por tanto, que Dios no responda en todas nuestras situaciones nos pone en la posición de tener que demostrar qué aprendimos en todo este tiempo y con cuánta fortaleza, sabiduría, paz y discernimiento podemos abordar nuestras situaciones.
Quisiera recomendarte la lectura de un estudio bíblico que complementa muy bien lo que estamos hablando sobre las pruebas. Gracia y Vida tiene un estudio sobre el libro de Santiago, al que puedes acceder haciendo click en el siguiente link: Santiago 1.1-2 – La prueba de nuestra fe. (Seguramente tendrá mucho que aportarte, espero que así sea).
La tercera razón que trataremos en este estudio, es la relacionada con el tiempo. Tanto ésta razón como la anterior son complementarias, en el sentido de que tienen el propósito de incrementar nuestra madurez espiritual. Tratemos de analizar entonces el tema de los tiempos de Dios y qué hacer mientras los esperamos.
Una de las cosas que más nos cuesta a los cristianos es esperar a que Dios actúe. Dentro del círculo cristiano, muy comúnmente se utiliza la frase: “Hay que esperar los tiempos de Dios”, pero la mayoría de nosotros estamos tan aferrados a nuestra ansiedad que en la mayoría de los casos, el “aquí y ahora” nos resulta más importante que el hecho de lograr esperar de buena gana.
Muchas veces pedimos, rogamos y hasta discutimos con Dios, y algunas personas a veces hasta se dan el lujo de recordarle en lo que le han servido o lo que están haciendo por su causa. Algunos incluso le hacen promesas y cambian su forma de actuar, como esperando una recompensa. Pero la verdad es que Él es soberano y que no se lo puede “sobornar” esperando lograr su favor.
Por otro lado, a ninguno de nosotros nos gusta depender de otros, sin embargo, sabemos que con Dios no tenemos alternativas, ¿Quién podría no depender de Él? Si en verdad le conocemos, sabemos que sólo Él tiene el control de todas las cosas y que Él determina cuándo se darán o no las circunstancias que esperamos, o cuándo nos llegarán las respuestas por las cuales oramos.
Por lo tanto, muchos de nosotros solo nos decidimos a esperar, sabiendo que no todo es ya y ahora, y por lo tanto esperamos confiados en Él, y apoyados en la fortaleza que solo Él puede darnos, hasta que por fin, con el tiempo, la ansiedad se calma, y al final, la respuesta llega. Para cuándo esto sucede, la esperanza se ve acrecentada, la fe aumenta, y como resultado, salimos fortalecidos. Podemos entonces decir a los cuatro vientos que Dios responde, y que lo hace: “en sus propios tiempos”.
Vale aclarar que esto último que dijimos se aplica tanto a las respuestas como a los milagros de Dios, los cuales también nos pueden llegar, aunque sin tener nosotros ni el más mínimo control sobre los mismos. El gran problema que todos tenemos es el mientras tanto. Tal vez sea bueno aquí hacer una mirada introspectiva y preguntarnos:
Yo he aprendido a esperar en ciertas cuestiones y a accionar en otras. Tal vez tu nos puedas ayudar al contarnos cómo fue tu aprendizaje y qué conocimientos has adquirido. Si te es posible, cuéntanos para que podamos juntos ayudar a otros. Pero vamos ahora a la última de las razones:
En este punto hablaremos de la falta de revelación de Dios, la cual nos sucede por nuestra propia causa o culpa. Pero antes de seguir hablando del tema aclaremos lo siguiente: Dios siempre quiere hablarnos pero si no estamos dispuestos a escuchar, si rechazamos su mensaje, si no estamos dispuestos a abandonar nuestros pecados, llegará un momento en el que ya no podremos oír su voz.
Otra aclaración pertinente es que no podemos confundir esta situación con la de no estar lo suficientemente maduros en la fe. Será normal en éstos casos, que haya un cierto límite en lo que se nos revele, o en lo que podamos entender (Juan 16.12; 1 Corintios 3.2); el cual irá escalando a medida que vayamos creciendo en nuestra madurez. En este caso sí hay revelación de parte de Dios, aunque no completa. Por lo tanto, no es el tema que aquí estamos tratando.
Entonces, cuándo no estamos dispuestos a escuchar su voz, a seguirle en sus caminos, cuando no hemos entregado todas las áreas de nuestra vida a su control, cuándo Jesús no es el rey en nuestras vidas, difícilmente entenderemos lo que Él pueda decirnos. Entonces, ya no es que Dios no nos quiera hablar, sino que lo más probable es, que no estemos preparados para entender, o interpretar, lo que nos está diciendo.
Muy simple decidir qué es lo que en verdad quiero. ¿Quiero que Él sea mi Rey y vivir dentro de su voluntad o prefiero vivir mi vida cómo se me da la gana? Si tu elección es la segunda, nada más te puedo decir, solo que no es, desde mi perspectiva, tu mejor opción de vida. Vivir en comunión con Dios, con su sustento y su guía no se comparan con la supuesta libertad que tenemos cuando vivimos sin Él. Ni que hablar de la vida eterna en su presencia.
Si tu opción en cambio es seguirle, el arrepentimiento, la confesión, la entrega verdadera y la obediencia será el orden de tus pasos a seguir. En cuanto le manifiestes tu arrepentimiento y tu decisión de comenzar nuevamente una relación con Él, su presencia se hará manifiesta, y su palabra volverá a ti.
Utiliza entonces los recursos de la oración y de la lectura de la Biblia; busca la comunión con tus hermanos (congregándote en una iglesia local), apóyate en algún/a hermano/a maduro/a en la fe y a partir de estos cambios, disfruta nuevamente de la relación que volverás a tener con Dios. Esto es todo, será difícil dejar tus pecados de lado, pero no estarás solo, el Santo Espíritu será tu fortaleza y la Iglesia te acompañará en tus pasos.
Hasta aquí hemos visto algunos de los casos más frecuentes en los cuales no oímos la voz de Dios, veamos ahora dos cosas que nunca debemos dejar de hacer, aún en estos casos.
Los silencios de Dios
Uno de los mejores consejos del apóstol Pablo es “orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5.17 – LBLA). Nunca debemos dejar de orar. La oración es el único medio para hablar con quien puede responder nuestras peticiones y resolver cualquier cosa en nuestra vida. Si dejamos de tener comunión con Él, qué esperanza nos queda…
Jesús, hablando de la bondad del Padre nos dice:
9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 11 O suponed que a uno de vosotros que es padre, su hijo le pide pan; ¿acaso le dará una piedra? O si le pide un pescado; ¿acaso le dará una serpiente en lugar del pescado? 12 O si le pide un huevo; ¿acaso le dará un escorpión? 13 Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
(Lucas 11.9-13 – LBLA)
Dios es bueno, es muy bueno, y nos ama como nadie nos amó jamás. Está presto a responder como lo enseña el mismo pasaje unos versículos antes (ver Lucas 11.5-8). Si no lo hace en el tiempo que esperamos es porque tiene propósitos, planes y métodos para tratar con nosotros (aunque muchas veces nos cuesten lágrimas).
Oremos por tanto, oremos siempre y no paremos de hacerlo. Recordemos la parábola de la viuda y el juez (Lucas 18.1-8). La enseñanza de pedir y no dejar de pedir, se repite por todas las escrituras. Oremos pués nosotros así como se nos enseña. En la oración que no mengua está la demostración de una fe que agrada a Dios.
Y si la respuesta no llega por el momento, entonces sepamos que no estamos solos y sin recursos. Con Dios como nuestro Padre nadie lo está.
La sabiduría y los conocimientos del mundo pueden guiarnos en determinadas situaciones, y ayudarnos a resolver otras, pero en nada se comparan con la sabiduría que procede del Padre Celestial. Existe un texto muy conocido que nos enseña a obtener la sabiduría de Dios. El Pastor Santiago (el autor de la carta) nos dice que si nos hace falta sabiduría, entonces la debemos buscar en Dios a través de la oración. Leamos el texto:
5 Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6 Pero que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, 8 siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos.
(Santiago 1:5-8 – LBLA)
Según este versículo solo hay un requisito además de la petición. Ese requisito es la Fe. ¿Tienes tu la fe necesaria?
No pretendemos utilizar este estudio como propaganda para otras publicaciones, pero se da la circunstancia de que también este texto está tratado en el comentario bíblico de Gracia y Vida sobre Santiago. Si gustas ver el análisis del mismo, haz click en link: Santiago 1.5-8 Buscando la sabiduría de Dios.
Su sabiduría nos llega abundantemente y sin reproche, Él se goza en dárnosla y la misma está ahí, al alcance de una oración de fe, lista y disponible para todos nosotros. ¡Búscala en cuanto tengas oportunidad, te será concedida! Si Dios no te guía en determinada circunstancia, su sabiduría te servirá de brújula para todas tus decisiones. Eso sí, no estará desarrollada en personas que no buscan la comunión constante con Dios, por lo tanto:
¿Estás dispuesto a buscar la comunión con Dios cada día?
¡Espero que sí!
Gracia y Vida espera que este estudio haya sido de bendición para ti. Si gustas puedes escribirnos para consultarnos lo que necesites o contarnos tus experiencias.
Que Dios te bendiga mucho!
También te dejamos algunos otros links por si te resultan de utilidad:
Te invitamos a leer también sobre
Nuestras decisiones en relación con las señales de Dios.
Todas las Citas Bíblicas con que se muestran con las siglas LBLA fueron tomadas con permiso de LBLA – http://www.lbla.com
Los silencios de Dios
Ver comentarios
Muy lindo estudio me edificó en gran manera, porque a veces no entendemos el silencio de Dios, no porque pasamos situaciones tan dolorosas
Dios les bendiga
Hola Aura, muchas gracias por su mensaje. ¡¡Dios la bendiga mucho!!
Dios los bendiga gracias por esta instrucción es de mañana y me aquejan una serie de pensamientos los cuales los pude suprimir gracias a su publicación , y se que mi señor me va dar la salida a la situación por la cual estoy pasando .
Hola Edwin. Aunque a veces la respuesta "se tarde", Dios siempre nos ayuda para encontrar las salidas. Le animamos a poner su fe en Él.
Eso es lo que muchos hemos hecho y seguimos haciendo, y Dios por su parte siempre se ha encargado de demostrarnos que no hemos confiado en vano, que Él siempre ha estado al control de todo, que siempre ha estado a nuestro lado y que siempre ha obrado con gran amor y poder para con nosotros.
Así será también en su vida. Confíe, búsquelo, obre según Su voluntad y descanse en Él. Él hará. Oramos por usted.