Y levantando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pero los veo como árboles que caminan».
22 Llegaron a Betsaida, y trajeron a Jesús un ciego y le rogaron que lo tocara. 23 Tomando al ciego de la mano, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó: «¿Ves algo?».
24 Y levantando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pero los veo como árboles que caminan».
25 Entonces Jesús puso otra vez las manos sobre sus ojos, y él miró fijamente y fue restaurado; y veía todo con claridad. 26 Y lo envió a su casa diciendo: «Ni aun en la aldea entres».
Aún siendo que muchas veces debamos esperar, debemos saber que Jesús siempre trabaja en nuestras vidas, que se preocupa por nosotros y que obra con verdadero amor y poder.
Por ende: ¡No nos desanimemos!
Él no siempre resuelve nuestras situaciones instantáneamente. Muchas veces pasamos por procesos hasta que la resolución definitiva llegue a nuestras vidas.
A veces Dios obra en etapas, lo cual no significa que no obre o que no se preocupe, sino que sus planes son distintos que los nuestros. Pero aún así no deja de hacerlo.
En el caso de esta historia bíblica, la sanidad fue en dos partes, pero llegó a ser definitiva. Jesús lo tomo aparte, lo trató de manera diferente que a tantas otras personas, y obró según su necesidad.
También es así con cada uno de nosotros. Él obra de manera diferente en cada persona, pero obra. No te deja, no se olvida de ti. Le importas, ¡le importas mucho!
Siendo así, no dejes de confiar, sigue adelante, Él sabe por qué estás pasando por esta tormenta, teniendo este problema o situación, y también sabe ser fiel y permanecer a tu lado.
Confía, quien comenzó la buena obra, no la dejará inconclusa. Dios no abandona. Te ama más de lo que puedes imaginar, y además, todo tiene un propósito y Él bien lo sabe. ¡Los procesos de Jesús siguen adelante ya sea que los veamos o no!
Háblale, ponte en Sus manos, permanecer fiel, y Él se encargará de todo. ¿Amén?
Padre Santo, gracias te doy por obrar en mi vida. Señor espero ver tu mano en mí cada día, te suplico que me bendigas, me cuides, me ayudes y me des sabiduría para todo lo que haga, pero en especial, te suplico que me ayudes a ver tu obrar y me abras los ojos para ver la vida desde tu propia mirada.
Señor, me entrego a ti, reconozco mi impaciencia, y te pido que por favor me ayudes a tener paz y a saber esperar tus tiempos. Pongo en tus manos todas mis necesidades, temores, planes y proyectos, ayúdame a seguir adelante cada día dependiendo sólo de ti.
Quiero aprender a confiar y a esperar solo en ti, ayúdame por favor para que pueda lograrlo. Yo sé que en ti puedo confiar, sé que ya has obrado en mi vida, y sé que lo seguirás haciendo, por eso confío y por eso te adoro. Para ti sea la gloria, bendito sea tu nombre, en el nombre de Jesús, amén.
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Devocional diario: El ministerio de Jesús
Devocionales basados en el evangelio de Marcos
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