Comentario Bíblico Devocional del Evangelio de Juan
¡Muy bienvenidos a Gracia y Vida!
Hoy continuaremos analizando, estudiando y aplicando la palabra de Dios a nuestras vidas. Lo haremos a partir del comentario de los textos de Juan 4.50-54, los cuales tratan de la Sanidad del hijo de un oficial del rey.
Con el objetivo de abarcar en detalle cada enseñanza del primer milagro de sanidad registrado por Juan, hemos dividido en dos el tratamiento de esta historia, la cual comienza en Jn 4.46 y finaliza en Jn 4.54.
La presente corresponde a la segunda publicación sobre esta historia, en la cual veremos el desenlace de la misma, toda una familia puso su fe en Jesús; y qué los llevó a tomar esta decisión, el poder de Dios evidenciado por Jesús y manifestado en la sanidad de un niño.
En nuestra introducción repasaremos muy brevemente lo visto en la primera publicación, pero no todo. Las aplicaciones, temas para reflexionar y otras tantas cosas quedarán en aquella, por si gustas continuar estudiando sobre esta historia.
Esperamos que esta lectura te resulte útil para comprender más sobre el mensaje de la Biblia para tu vida, y también para conocer más sobre la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Si estás de acuerdo, y antes de iniciar tu lectura, te invitamos a orar, para que sea el Espíritu Santo quien te guíe, enseñe y hable más allá de lo que podamos aportar nosotros con este comentario (por favor, toma un tiempo para hacerlo).
Índice
A continuación te dejamos un índice para que navegues a voluntad por cada parte de esta publicación; pero si es posible, te recomendamos que la leas de principio a fin para que logres entender plenamente cada parte, y cada versículo.
Texto Bíblico: Juan 4.50-54
50 «Puedes irte, tu hijo vive», le dijo Jesús. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. 51 Y mientras bajaba a su casa, sus siervos le salieron al encuentro y le dijeron que su hijo vivía. 52 Entonces les preguntó a qué hora había empezado a mejorar. Y le respondieron: «Ayer a la una de la tarde se le quitó la fiebre».
53 El padre entonces se dio cuenta que fue a la hora en que Jesús le dijo: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su casa. 54 Esta fue la segunda señal que Jesús hizo cuando fue de Judea a Galilea.
Introducción
Contexto de la historia
Jesús llegó a Galilea para establecer allí su ministerio, pero no es donde lo había comenzado. Antes había estado en Judea, en donde muchos venían a Él para ser bautizados (Juan 4.1-4).
Más tarde, al decidir llevar su ministerio a Galilea, había pasado por Samaria, en donde se encontró con la mujer en el pozo de Jacob (Jn 4.5-42), y ya en su llegada a Galilea, muchos le recibieron dado lo que habían visto en la fiesta de Jerusalén (Jn 4.45).
Al centrarnos ahora en nuestra historia, vemos que este milagro no es el primero realizado en Caná (recordemos el relato de las bodas en Juan 2.1-11), pero sí el primero de muchos, una vez establecido el ministerio de Jesús en aquella provincia.
A partir de este punto podremos encontrar, en este evangelio, algunos relatos que también figuran en los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas); aunque no todos. Recordemos que el propósito de Juan es complementar al resto (Ver Introducción general al evangelio de Juan)
Por ende, Juan siempre intentará mostrarnos algún otro detalle que los demás no hayan tenido en cuenta, o narrará lo sucedido desde un punto de vista distinto, intentando que sus lectores puedan notar la deidad de Jesucristo.
Esto último es lo que vemos en este primer milagro narrado por el apóstol. Un milagro especial y único: A distancia, sin pronunciar palabra alguna, sin pedir nada de parte de la persona enferma. Solo la voluntad del Señor y el milagro estaba hecho.
¿Quién pudiera hacer un milagro como este fuera de Dios? Eso es lo que Juan quiere que observemos, él esperaba que sus lectores lleguen a la respuesta correcta sobre esa pregunta. Dios te lleve al entendimiento de su palabra a través de su Santo Espíritu.
Los versículos anteriores (qué vimos en Juan 4.46-49)
En nuestra publicación anterior, en la cual tratábamos estos versículos, hemos visto:
- Que a pesar de la posición de honor y responsabilidad que ocupaba el padre del niño, siendo un oficial/funcionario del rey, la necesidad de sanidad de su hijo lo impulsó a dejar todo para ir a buscar ayuda. Hablábamos de la necesidad de humildad para acercarse a Jesucristo.
- La condición del niño, y por lo tanto el apremio del padre para recibir ayuda.
- Que Jesús, aunque estaba hablando con el padre del niño, respondió en plural ante su pedido de auxilio. El dijo: «Si ustedes no ven señales y prodigios, no creerán». En este punto analizábamos la necesidad de muchos de poder ver para creer. También reflexionamos sobre los milagros en nuestras vidas, y sobre cómo muchos los publicitan al anunciar a Cristo, como una cuestión de márketing.
- Por otro lado hemos visto otros muchos temas como: La ubicación de Caná y su distancia de Capernaúm (lugar donde se encontraba el niño), para esto hemos colocado un mapa; hablamos sobre quienes más estaban presentes en la conversación, más allá del padre del niño y los discípulos de Jesús; y otras tantas cosas.
Al abordar ahora los versículos que nos tocan, nos encontramos con Jesús y el padre del niño, ambos frente a frente, y vemos la respuesta de Jesús ante los pedidos desesperados del padre: «Puedes irte, tu hijo vive».
Ésto es lo que él había venido a buscar, y es todo lo que necesitaba. Jesús había respondido a su súplica y por ende, haberse humillado frente a Él había valido la pena. Algo que todos los que le buscamos podemos atestiguar es que:
¡Buscar a Dios siempre vale la pena!
Para analizar ahora con un poco más de profundidad el final de la historia, te sugerimos que por favor leas el texto completo antes de proseguir:
46 Entonces vino otra vez Jesús a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había allí cierto oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm. 47 Cuando él oyó que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a Su encuentro y le suplicaba que bajara y sanara a su hijo, porque estaba al borde de la muerte.
48 Jesús entonces le dijo: «Si ustedes no ven señales y prodigios, no creerán». 49 El oficial del rey le dijo*: «Señor, baja antes de que mi hijo muera». 50 «Puedes irte, tu hijo vive», le dijo Jesús. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
51 Y mientras bajaba a su casa, sus siervos le salieron al encuentro y le dijeron que su hijo vivía. 52 Entonces les preguntó a qué hora había empezado a mejorar. Y le respondieron: «Ayer a la una de la tarde se le quitó la fiebre».
53 El padre entonces se dio cuenta que fue a la hora en que Jesús le dijo: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su casa. 54 Esta fue la segunda señal que Jesús hizo cuando fue de Judea a Galilea.
Comentario
50
«Puedes irte, tu hijo vive», le dijo Jesús. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
¡Qué palabras más alentadoras! Todo lo que quería aquel padre era que su hijo viva, que esté sano. Sin embargo, lo que él había ido a buscar era una persona que fuera a ver a su hijo. Algo a lo cual Jesús no accedió.
Notemos que tanto el versículo 47, como también el 49, dan cuenta de ese pedido. Ahora, ante la súplica del padre, Jesús le dio una respuesta que el padre no pidió (y hasta tal vez no comprendió): «Si ustedes no ven señales y prodigios, no creerán».
Pero aún así, el padre no se desalentó, no perdió su fe, sino que prosiguió con su pedido. Tenía a Jesús en frente, no podía darse el lujo de irse sin una respuesta. Este hecho nos regala un gran ejemplo de parte de este padre: Cuando queremos algo de parte de Dios, no podemos desalentarnos fácilmente.
Por otro lado, aunque él no obtuvo lo que quería de la manera en que lo pretendía, supo confiar en la palabra de Jesús y depositó por completo su fe en Él. Cuando Jesús le dijo que su hijo estaba vivo, simplemente confió en sus palabras. No necesitó ver, no le pidió pruebas. Él simplemente creyó. Esta es otra gran enseñanza de la cual debemos aprender.
Para pensar
Muchas veces las respuestas no llegan en el tiempo en que esperamos, y hasta tal vez algunas nos resulten difíciles de entender. Pero lo que no podemos hacer es darnos por vencidos ante la tardanza de la respuesta, o frente a la incertidumbre que nos generen las situaciones que debamos enfrentar.
Sepamos que Dios siempre está presente en nuestras vidas, que nunca nos dejará solos enfrentando dificultades. Y aunque es verdad que no siempre opere por medio de milagros, de lo que sí podemos estar seguros es que nos acompañará y nos dará las fuerzas necesarias como para afrontar cualquier inconveniente por el que debamos atravesar.
Por otro lado, Dios obra de muchas maneras, y aunque las situaciones no se den de la manera en que esperamos, eso no significa que Dios dejó de obrar, o que nos haya abandonado, y menos aún, que no le importe lo que vivimos. Por lo tanto, que no todo salga como pretendemos es solo una circunstancia que no implica su ausencia o falta de empatía.
Dios espera que nuestra fe no se base sólo en las evidencias tangibles, sino que la misma esté por encima de ellas.
En nuestro texto el padre no tuvo nada excepto las palabras de Jesus. Nada que pudiera ver, ningún certificado o papel legal, ninguna evidencia física, nada que le asegure que Jesús cumpliría con sus palabras.
Pero aún así, esto no le impidió creer. Él se fue sin decir más nada, y sin esperar otra cosa. Dejó a Jesús y fue directamente a su hogar para ver con sus propios ojos el milagro realizado por Jesús. ¡Cuán grande ejemplo de fe!
¿Tendremos nosotros la fe de este padre? ¿Estaremos dispuestos a seguir creyendo aún cuando no tengamos evidencias de su obrar? ¿Nos robarán las circunstancias la paz, o la fe en nuestro Dios? ¿Será que la tardanza en alguna respuesta nos lleve a dejar de lado nuestra fe?
Dios espera que nuestra fe sea mayor que cualquier circunstancia. ¿Será así en tu vida? ¡Oramos para que así sea!
51
Y mientras bajaba a su casa, sus siervos le salieron al encuentro y le dijeron que su hijo vivía.
Aquí estuvo la evidencia. Llegó mucho después de que su fe fuera puesta en práctica, pero al fin llegó. ¿No sucede esto muchas veces en nuestras vidas? ¿Por qué empeñarse entonces en que las cosas sean al revés? Dios no siempre nos dará la evidencia, para que tengamos oportunidad de manifestar nuestra fe.
Veamos ahora la actitud de sus siervos (recordemos que este hombre era importante y seguramente rico), el texto dice que le salieron al encuentro. Seguramente ellos estuvieran mirando hacia el camino, esperando para poder dar las buenas nuevas, y vaya si las había. Ellos compartían la alegría de la familia, y estaban felices de que el niño se haya recuperado.
Este hecho nos enseña a alegrarnos de las alegrías ajenas. Recordemos aquí el texto de Pablo que dice: “Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran” (Romanos 12.15). Dios espera que seamos empáticos con quienes nos rodean, algo que de seguro nos brindará mayores oportunidades para compartir el mensaje de salvación y para dar testimonio del amor que Él puso en nosotros, ¿no lo crees?
Por último, el niño vivo es la mayor evidencia del poder y del amor de Jesús. Si antes dudabas de Su amor, ten por seguro de que Él nunca dejará de amarte, de obrar en tu vida, y de acompañarte en donde sea que estés.
52
Entonces les preguntó a qué hora había empezado a mejorar. Y le respondieron: «Ayer a la una de la tarde se le quitó la fiebre».
Si bien aquel hombre no había dudado de la palabra de Jesús, aún así quiso asegurarse. El niño vivía, ya todo estaba más que bien, pero las dudas muchas veces nos juegan malas pasadas.
Es en aquellos momentos cuando otra vez pedimos algún tipo de manifestación o prueba de parte de Dios, y aunque ya hayamos tenido muchas, algunas veces las circunstancias nos confunden y necesitamos que Él nos siga ayudando y sosteniendo. ¿Te ha sucedido?
Aquel padre quería estar seguro, ¿fue Jesús realmente o fue casualidad? ¿La sanidad fue instantánea o hubo algún tipo de proceso? ¿Se curó en aquella misma hora o un tiempo después? Tal vez algunas de estas dudas golpeaban su corazón y quería asegurarse.
En este caso los siervos fueron más que exactos en su respuesta, “ayer a la una de la tarde se le quitó la fiebre”. Lo cual fue una confirmación de que su fe había sido depositada en la persona adecuada.
Esto es algo que todos sus hijos también podemos asegurar, poner nuestra fe en Jesús es algo seguro, que no defrauda, que siempre nos da buenos resultados. Si en alguien podemos confiar es en Jesús. ¿No estás de acuerdo?
53
El padre entonces se dio cuenta que fue a la hora en que Jesús le dijo: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su casa.
En este versículo vemos varios temas muy importantes:
El propósito o meta de Jesús al ejecutar milagros
Aquí tenemos el resultado que Jesús estaba esperando. Todas sus señales y milagros fueron hechos con esta misma finalidad. Y aunque es verdad que la sanidad del niño era muy importante para Él, lo era aún más que todos en aquella familia pudieran creer y depositar su fe en Él.
Todo lo que hizo Jesús tuvo esa misma finalidad. Las personas eran llamadas a través de sus enseñanzas, pero también gracias a sus milagros y señales. Este era un medio utilizado por Jesús cuando el Espíritu Santo aún no obraba, como lo hace hoy, en las vidas de las personas, y cuando no habían Biblias que pudieran guiar a las almas que buscaran a Dios.
Jesús se valió de todos ellos en un momento clave de su ministerio, por eso la cantidad tan grande de prodigios y señales. Era la manera de llamar la atención de los oyentes a fin de que al ver el poder de Dios pudieran creer en Él. Hoy no hay tanta necesidad de los mismos y es por eso que no pueden verse tales prodigios en forma tan seguida, lo cual no implica que Dios no los siga haciendo.
Por tanto, ten en cuenta esta verdad antes de soñar, anhelar y exigir que Dios obre milagros en tu vida ante cada necesidad. Él puede hacerlos y los hará, pero no siempre, no ante cada necesidad. No depender de ellos es una manifestación clara de la madurez de nuestra fe. Y aún así, aunque no dependamos de ellos, todo cristiano debe estar preparado para las sorpresas de parte de nuestro Padre Celestial. ¿Lo estás?
El alcance de la obra y del amor de Dios
Por otro lado, ten en cuenta que aquella familia de nuestra historia no era judía. Este es un hecho que pone de manifiesto el amor universal de Dios para con todas las personas, sin distinción de raza, nación o color. Por tanto, y dado su ejemplo, es más que importante que comprendamos que debemos llevar su mensaje a toda persona que Dios ponga a nuestro alcance. ¿Lo haces? ¡Él espera que así sea!
Las evidencias que nos motivan a tener fe
El último detalle que nos gustaría presentarte es que, recién en este punto, podemos entender cómo se aplican las palabras de Jesús incluso a toda esta familia, el dijo: «Si ustedes no ven señales y prodigios, no creerán». Y lo que vemos es que, excepto el padre, todos ellos debieron ver el milagro para luego poder creer. Obviamente esto no está mal, solo que no siempre podremos tener evidencias visibles.
¿Cómo ha sido en tu caso? ¿Cómo es ahora? ¿Sigues necesitando ver para creer? En la publicación anterior hemos hablado mucho más sobre este tema, te invitamos a leer lo publicado ingresando al siguiente link. Esperamos que Dios te ayude con tu fe y que la misma vaya creciendo cada día más.
54
Esta fue la segunda señal que Jesús hizo cuando fue de Judea a Galilea.
Al parecer este texto nos estaría diciendo que Jesús hizo algún otro milagro antes que este en Galilea, pero el único relatado por Juan se encuentra en el capítulo dos (la conversión del agua en vino). Por otro lado, los sinópticos no nos ayudan mucho a establecer a cuál milagro se refiere Juan en este momento.
Esto ha llevado a varios estudiosos como por ejemplo, Macarthur y Hendriksen, a concluir que Juan se refiere a aquel primer milagro de Jesús en las bodas de Caná.
Por nuestra parte no podemos agregar mucho a esto, debiendo reconocer que no estamos lo suficientemente seguros acerca del tema como para confirmar o contradecir a dichos estudiosos. Lamentamos no poder ayudarte mucho más en este último versículo.
Para terminar
En esta historia hemos visto muchos temas relacionados con nuestra fe. Hemos podido ver el amor de Jesús, su inmenso poder, como obró ante una situación delicada, y cuáles eran sus más altos objetivos. También vimos el ejemplo de amor de un padre, quien se humilló ante Jesús con tal de conseguir la ayuda necesaria. Al terminar la misma vimos que toda una familia llegó a la fe en Jesús gracias a un hermoso milagro de amor.
Esta es una hermosa historia que nos brinda muchísimas enseñanzas. ¿Cierto?
En vista de ellas te invitamos a confiar aún más en Dios, sin importar lo vea o diga el resto de las personas, sin considerarnos muy importantes frente a Él, y dejando atrás todo orgullo y vanidad; sabiendo que solo Jesús es el médico que puede sanarnos, y quien tiene un poder que va más allá de cualquier lógica humana.
Sepamos que solo Jesús está y estará siempre dispuesto a escuchar a sus hijos. Por tanto, sólo debemos ir a Él con fe. Y, aunque la respuesta pueda variar de caso a caso. Sólo Él tiene el control de cada situación. Por ende no perdamos la oportunidad de buscar Su ayuda y de confiar en Él. ¿Estás de acuerdo? ¿Lo haces? Esperamos que así sea.
Nos despedimos por ahora hasta la próxima publicación en la cual comenzaremos a analizar el capítulo cinco de este precioso evangelio. Esperamos haber sido de ayuda, pero aún más esperamos que el Santo Espíritu te haya hablado y que lo siga haciendo cada día. ¡Que Dios te siga bendiciendo mucho!
A continuación te dejamos algunos links para que continúes con el estudio de este precioso Evangelio:
Links hacia otros comentarios
- Índice general y presentación del Evangelio de Juan.
- Estudio introductorio sobre el cuarto evangelio (Evangelio de Juan). Te brinda un panorama general del Evangelio.
- Índice de los comentarios del Capítulo 4.
- Estudio anterior: Juan 4.46-49 – Sanidad del hijo de un oficial del Rey (primera parte).
- Siguiente comentario: Juan 5.1-4 – Contexto de la sanidad en el Estanque de Betsatá
Nota
Todas las citas bíblicas fueron tomadas con permiso de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2005 by The Lockman Foundation.