50 porque todos lo vieron y se turbaron. Pero enseguida Él habló con ellos y les dijo: «¡Tengan ánimo; soy Yo, no teman!». 51 Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó; y ellos estaban asombrados en gran manera.
45 Enseguida Jesús hizo que Sus discípulos subieran a la barca y fueran delante de Él al otro lado, a Betsaida, mientras Él despedía a la multitud.
46 Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. 47 Al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y Él estaba solo en tierra. 48 Y al verlos remar fatigados, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la noche, fue hacia ellos andando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.
49 Pero cuando ellos lo vieron andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar; 50 porque todos lo vieron y se turbaron. Pero enseguida Él habló con ellos y les dijo: «¡Tengan ánimo; soy Yo, no teman!». 51 Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó; y ellos estaban asombrados en gran manera, 52 porque no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
Los discípulos de Jesús venían de días de mucho trabajo (Marcos 6.7-13), tanto que estaban muy cansados y por eso Jesús los llevó a descansar a un lugar tranquilo (Marcos 6.30-32).
Pero al llegar habían tantas personas necesitadas que Jesús se compadeció de ellos porque eran como ovejas sin pastor (Marcos 6.34), así que les enseñó todo el día, y luego, una vez que les dio de comer a todos (Marcos 6.35-43 – multiplicación de panes y peces), despidió a los discípulos y a la multitud y se fue al monte a orar (Marcos 6.46).
Los discípulos, que ya estaban agotados desde antes de llegar, y luego de servir a los más de 5000 en Tiberias (Juan 6.1), se encontraron con un viento contrario, que no les permitía navegar a voluntad (Marcos 6.48).
Jesús, por su parte, los observaba ¡desde una distancia de 4 Kilómetros! (Juan 6.19), y al verlos tan agotados en medio de la tormenta, caminó hacia ellos de madrugada (entre las 3 y las 6 de la mañana) por sobre el mar embravecido (Mateo 14.25).
Ellos al verlo, y luego de gritar pensando que era un fantasma (Marcos 6.49), se tranquilizaron con su voz y sus palabras: «¡Tengan ánimo; soy Yo, no teman!». Y como de costumbre, Pedro tuvo que sobresalir, y verdaderamente lo hizo caminando, también él, por el agua (Mateo 14.28-31).
Una vez en la barca, “el viento se calmó. Entonces los que estaban en la barca lo adoraron, diciendo: «En verdad eres Hijo de Dios» (Mateo 14.32-33).
Maravillosa historia de doce hombres que, aún haciendo la voluntad de Dios, se encontraron en medio de grandes dificultades. Una historia que nos muestra que Dios siempre nos observa, a pesar de la distancia y sin importar lo oscuras que se vean nuestras tormentas.
Dios está pendiente de sus hijos, y nuestra salvación no depende de nuestras fuerzas ni de cuánto rememos, sino del poder de Dios y de Su amor por nosotros.
Esta no había sido la primera tormenta que ellos sufrieron, ya anteriormente habían visto que Jesús tenía poder por sobre el viento y el mar (Lucas 8.22-25), pero aún así, en esta segunda oportunidad, ellos también se asombraron. También en esta ocasión ellos pudieron comprobar quién era Jesús y pudieron adorarlo.
¿Será que también nosotros podemos ver su mano obrando en nuestras vidas? ¿Será que hemos experimentado su ayuda en medio de nuestras tormentas?
No dejemos de buscarle, no dejemos de confiar, no fijemos la mirada en la tormenta, sino que al contrario, busquemos Su rostro y esperemos en Él. ¡Jesús te está observando, aún si tú no lo puedes ver!
Nunca olvides esto: Su mano siempre llega a tiempo, su poder es absoluto y su amor inagotable. ¡Confía en Él!
Padre Santo, te gradezco por tu infinito amor y por tu presencia en mi vida. Señor aunque ahora no puedo verte, sé que estás aquí, que ves lo que me sucede, que estás al control de todo, que te importo y que me amas.
Padre, en el nombre de Jesús, por favor, te suplico que me ayudes en mi aflicción, que me des la fortaleza y que me guíes para superar esta prueba. Señor, está muy oscura mi tormenta, pero sé que de tu mano podré salir.
Por favor ayúdame, consuélame, sostén mi mano. Sé que yo sola/o no puedo, pero contigo sé que voy a lograrlo. Te entrego mi vida, me pongo en tus manos y te adoro. Yo en ti confío, en ti espero. La gloria sea a tu nombre, amén.
Te invitamos a continuar leyendo más reflexiones cortas a través de los siguientes links:
Devocional diario: El ministerio de Jesús
Devocionales basados en el evangelio de Marcos
Las citas bíblicas fueron tomadas con permiso de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2005 by The Lockman Foundation.
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