Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios.
17 Cuando salía para seguir su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 18 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios. 19 Tú sabes los mandamientos: «No mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre». 20 Y él le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 21 Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. 22 Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.
Aunque muchas personas se ven a sí mismas como buenas, y suponen que así son vistas por Dios, lamentablemente la realidad es un poco distinta…
Jesús le dijo a aquel joven que, comparados con Dios, nadie es lo suficientemente bueno. “Nadie es bueno, sino solo uno, Dios.”
La Biblia está llena de afirmaciones como esta, y es lógico que así sea, porque en verdad, muy en el fondo, todos sabemos que la humanidad está corrompida.
Romanos 3.23 dice:
“Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios.” (Traducción TLA).
Esta afirmación, aunque no nos guste demasiado, es válida para toda la humanidad, incluidos nosotros.
Ser buenas personas ante los ojos de la sociedad es una gran virtud que muchos tienen, algo que es notorio para quienes se relacionan con nosotros y que es de mucho bien.
Pero, nuevamente, en comparación con Dios, nadie es totalmente bueno.
Lo maravilloso del mensaje de Dios es que Él nos ama y que está dispuesto a obrar en nuestras vidas, y eso más allá de nuestros errores y virtudes.
¡Dios quiere y puede hacerte aún mejor persona!
Y esto es posible a través de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Él trabaja en los corazones de sus hijos, cuando nosotros se lo permitimos, y transforma gradualmente cada área, a fin de que nos parezcamos cada vez más a Cristo.
¿Está pasando esto en tu vida? ¿Permites que el Espíritu te transforme? Pon ahora tu vida en Sus manos. ¡Él hará de ti alguien muchísimo mejor!
Padre Santo que estás en los cielos, gracias te damos por hacernos tus hijos, por amarnos y ayudarnos cada día, a pesar de nuestros errores y pecados.
Sabemos nadie es bueno sino Dios, y que por eso debemos permitir que el Espíritu obre en nuestras vidas y que eso nos hará mejores cristianos y mejores personas.
Te pedimos que nos ayudes para ser dóciles a su obrar en nuestras vidas; que podamos buscarte cada día, ser sensibles a tu voz, entender cada vez más tu palabra y así tener mayor comunión contigo.
Queremos ser más como tú, por eso nos entregamos a ti y te alabamos. Tu eres nuestro Dios y nuestro Rey. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
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Devocional diario: El ministerio de Jesús
Devocionales basados en el evangelio de Marcos
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