La recompensa de la fe – Devocional Diario – Marcos 5.25; 5.26; 5.27; 5.28; 5.29
No toda fe nos ayuda para bien, pero la que se deposita en Cristo Jesús siempre nos lleva al favor de Dios y nos acerca a Su bendición. ¿Has puesto tu fe en Dios? ¿Has podido ver cómo obra en la vida de sus hijos?
La mujer de la historia de hoy, había puesto su fe, y todos sus recursos, en otras muchas personas, pero sólo cuando se acercó a Jesús encontró la sanidad que por tanto tiempo había anhelado.
Te invitamos a pensar juntos en esta historia y en sus enseñanzas para descubrir su aplicación a nuestras vidas. ¿Estás de acuerdo? Pero antes, ¿Te será posible tomar unos momentos para hablar con Dios? Esperamos que así sea.
¡Dios le hable a tu corazón y te llene de Su sabiduría y bendición!
Leamos ahora el
Texto base de nuestro devocional de Hoy
25 Había una mujer que padecía de flujo de sangre por doce años. 26 Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado.
27 Cuando ella oyó hablar de Jesús, se llegó a Él por detrás entre la multitud y tocó Su manto. 28 Porque decía: «Si tan sólo toco Sus ropas, sanaré». 29 Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción.
Marcos 5.25-29 – NBLA
Pensemos Juntos
El contexto de la historia y su enseñanza
Jesús iba de un lado al otro enseñando, expulsando demonios y curando a los enfermos. Su fama se había extendido por toda Galilea y sus alrededores, y por lo tanto las personas venían de todos lados para oírle, para pedir por sus vidas y también para traer a sus enfermos.
La mujer de la historia se había quedado sin recursos, sin más médicos a quienes consultar, y sin solución para su terrible enfermedad. Pero en medio de su desconcierto y aflicción, cuando ya nadie más podía ayudarla, cuando ninguna otra solución era posible, encontrar la sanidad en Jesús fue lo que la motivó a poner su fe en marcha.
Por tanto, utilizando sus últimas reservas de energías fue a encontrarse con Él. Seguramente con vergüenza y hasta tal vez con cierto temor de que la multitud se entere de su enfermedad (tal vez por eso ni siquiera pretendió ponerse enfrente suyo como para presentarle su caso); y además, sin la certeza de poder llegar hasta Él, dado la multitud de gente que le seguía.
Aún así, ella solo fue, lo encontró, y lo tocó desde atrás. Pero no con un simple toque, sino con uno motivado por la fe; por una fe tan grande y por una necesidad tan fuerte, que nada más tenía importancia para ella. Solo la posibilidad de encontrar su sanidad. Fue así que ella confió y que el milagro se produjo.
¡Cuán importante es poner en acción la fe! ¿No es cierto? ¿Lo has hecho?
Fue en ese mismo instante que el poder de Dios fluyó hacia ella dando por terminado su pesar. En ese mismo momento aquella mujer sintió como su flujo se detenía y cómo la sanidad tocaba su vida. ¡Cuán maravilloso es el poder de Cristo!
Pensemos en nuestras vidas
Ciertamente este es un pasaje inspirador para nosotros. Pero hay algo que es todavía más maravilloso que la historia que hemos leído. ¿Sabes qué es? Que también nosotros podemos tener esa clase y ese nivel de fe. ¿Lo sabías, lo habías considerado?
La fe nos lleva a acercarnos más a Dios, a su poder y a su voluntad. Y al mismo tiempo, los inconvenientes que vivimos nos dan la oportunidad de fortalecer nuestra fe y de hacerla crecer. Dios espera que esto nos suceda, y por lo tanto Él permite que algunas pruebas nos alcancen.
Al mismo tiempo, la fe es un don, un regalo divino que nosotros elegimos ejercer o no. Y por lo tanto será posible que vayamos a Dios buscando el remedio para nuestra aflicción, pero también será posible que no lo hagamos, y que en vez de eso busquemos en otros muchos lugares, así como lo hiciera aquella mujer antes de conocer a Cristo.
Así como ella, mucha gente elige buscar en otros lados antes que en Jesús, y por lo tanto orientar su fe hacia alguna cosa, como ser alguna religión o en determinada secta. Habrán otros que pondrán su fe en algún familiar o en cierta persona carismática. Y otros elegirán depositar su fe en títulos universitarios, en instituciones o en cuentas bancarias.
Es obvio que nadie puede culparlos. Cada persona puede confiar en lo que desee. ¿Cierto?
Pero lo importante es que en algún momento podamos experimentar que la única fe que no defrauda es la que depositamos en Jesús, esa fe es la que siempre nos lleva hacia un destino seguro, y hacia la bendición de aquel que es más poderoso que cualquier otra persona o que cualquier cosa en la que podamos confiar (ver Hebreos 1.3).
Qué nos lleva a una fe tan grande cómo la de aquella mujer
Muchas veces lo que determina que ejerzamos nuestra fe son los problemas que no podemos solucionar por nosotros mismos. Normalmente sólo en esos momentos nos veremos obligados a buscar ayuda fuera de nuestros propios alcances. Y por lo tanto la mayoría de las personas toma conciencia de la existencia de Dios sólo en esos momentos.
Muchos piensan: ¿Tienes problemas? ¿No sabes cómo resolverlos? Ve a Dios. Sin embargo:
Hay dos cosas que siempre debemos tener en cuenta a la hora de buscar a Dios
La primera es que no siempre quitará nuestros problemas de manera automática y milagrosamente. Él no trabaja así en la vida de sus hijos. Podría hacerlo, pero la cuestión es que si los ha permitido es porque tiene una razón, una meta más alta que alcanzar, que tan solo eliminar el sufrimiento momentáneo que vivimos.
Su meta siempre ha sido (y siempre será) que nos acerquemos más a Él, que le conozcamos mejor y que crezcamos en la fe (Romanos 5.3-4; 2 Corintios 4.17).
La segunda es que aunque nuestra fe pueda ser inmensa, lo que determina que Dios realice un milagro, no es solamente nuestra fe, sino también Sus propios planes para nuestras vidas.
Es por eso que muchos de nosotros padecemos enfermedades, que padecemos carencias, que soñamos con bendiciones que no siempre alcanzamos, y es por eso mismo que hasta el apóstol Pablo debió vivir con su propio aguijón en la carne, el cual Dios no le sacó (2 Corintios 12.7-10).
Por ende, debemos saber que Dios no siempre nos dará todo lo que anhelamos y que no quitará todos nuestros pesares. Siendo así, nos vendría muy bien recordar, y tener en cuenta que Jesús nos pidió a cada uno que tomemos nuestra propia cruz y que lo sigamos (Mateo 16.24).
El obrar de Dios es maravilloso
Habiendo dicho y aclarado ambas cosas, aún así: ¿Es posible decir que Su obrar es maravilloso?
Nosotros tenemos la certeza de que sí lo es, ya que, aunque sea claro que no quitará todos nuestros pesares y que no impedirá todos nuestros sufrimientos, aún así nos acompañará, fortalecerá, guiará y sustentará a fin de que pasemos por nuestros momentos difíciles con entereza, con fortaleza y con gozo.
Eso es lo que hace Dios en nuestras vidas siempre y cuando nos aferremos a Él. Lo hace normalmente con todos y cada uno de sus hijos, pero no es lo único que hace. Dios sigue obrando con poder y extraordinariamente hoy día, y aunque sus milagros no se repiten todo el tiempo y no suceden en todas las ocasiones, se siguen presentando en nuestras vidas.
¿Quién de nosotros no puede dar testimonio de que en su Iglesia alguien se encontró con un milagro de Dios? Muchos de nosotros incluso podemos decir que Dios obró milagrosamente en nuestras propias vidas (mi propio sobrino es fruto de un milagro por el cual oramos y lloramos por años).
Ahora, ni siempre, ni en todos los casos, pero si es Su voluntad y si nuestra fe está puesta en Él, un milagro es verdaderamente posible. Eso es lo que debemos saber y por lo tanto, debemos poner en Él nuestra confianza a pesar de lo que estemos pasando. ¿Estás de acuerdo?
Concluyendo
Si nos preguntaras: ¿Obrará Dios milagrosamente en mi caso, en algo específico que le estoy pidiendo? Obviamente responderíamos que no lo sabemos.
Pero lo que sí sabemos es que si el milagro no llega, aún así contaremos con Su presencia, con Su apoyo y con un sin fin de cosas que Él pone a nuestra disposición, como por ejemplo, una Iglesia que nos apoya, Su sabiduría para saber cómo manejarnos, el Espíritu Santo intercediendo por nosotros y dándonos consuelo, la palabra de Dios para guiarnos, etc., etc.
Con todo esto aún así sabemos que habrán quienes se enojen con Dios porque Él no ha obrado como ellos querían, y también habrán otros que prefieran poner su fe en alguien o en algo más cuando se sienten defraudados, pero los verdaderos hijos de Dios sólo decidimos seguir confiando y esperando en Él.
¿Es cierto esto para ti? ¿Depositas tu fe en Él cada día? Esperamos que así sea. Más allá de su respuesta y más allá del tiempo en que la misma tarde en llegar a nosotros, Él sigue siendo Dios, nuestro Dios. ¿Será así para ti?
Oración
Padre Santo queremos agradecerte por regalarnos el don de la fe. Gracias por tu inmenso amor y por la bendición de tenerte siempre a nuestro lado. Padre, nuestra fe a veces flaquea, pero queremos pedirte que nos ayudes a ponerla en práctica, a buscarte como lo hizo aquella mujer.
También esperamos que obres en nuestras vidas y que nos ayudes para que nuestra fe crezca cada día más. Queremos ser hombres y mujeres que vivan en tu comunión y obrando según tu voluntad cada día. Te pedimos todo esto en el nombre de Jesús y damos gloria a tu nombre. ¡Bendito seas Señor! Amén.
Saludo y despedida de esta reflexión bíblica cristiana
Te agradecemos por llegar a este punto en tu lectura. Esperamos que Dios te hable más sobre este tema, y que te ayude en todo esto que estuvimos pensando juntos.
Si gustas, puedes escribirnos, nos gustaría saber qué piensas sobre todo lo hablado aquí. Y por otro lado, por si lo consideras útil, te dejamos más devocionales en estas dos publicaciones:
¡Dios te bendiga mucho!
Notas
La Cita Bíblica fue tomada con permiso de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2005 by The Lockman Foundation.
A su vez, la imagen de portada corresponde a un trabajo de Gracia y Vida sobre la imagen original de Boris Gonzalez, la cual fue descargada de Pixabay.
2 respuestas a «La recompensa de la fe – Devocional Diario»
Muy buen mensaje, saludos desde Lima-Perú
Saludos y bendiciones Susana, muchas gracias por escribirnos.