Y ellos salieron y predicaron por todas partes, colaborando el Señor con ellos, y confirmando la palabra por medio de las señales que la seguían.
14 Después Jesús se apareció a los once discípulos cuando estaban sentados a la mesa, y los reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
15 Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura. 16 El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.
17 Y estas señales acompañarán a los que han creído: en Mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; 18 tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien».
19 Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue recibido en el cielo y se sentó a la diestra de Dios. 20 Y ellos salieron y predicaron por todas partes, colaborando el Señor con ellos, y confirmando la palabra por medio de las señales que la seguían.
Después de recibir la comisión de llevar el evangelio a todas partes, y de haber visto como el Señor se iba en las nubes, los discípulos obedecieron.
Comenzaron a predicar, el Espíritu Santo les fue concedido, y el Señor “los ayudaba en la obra y confirmaba Su palabra con las señales que la acompañaban”.
¡Wow! ¿Quién no quisiera vivir tal momento de bendición espiritual? ¿Tú quisieras? ¿Segura, seguro?
Ahora… ¿También estarías dispuesta/o a vivir las consecuencias de una gran victoria espiritual semejante?
Veamos lo siguiente:
Si no tuviéramos los libros de hechos y Santiago, los cuales nos dan indicios de la persecución que sufrieron más tarde estos hermanos, pensaríamos que todo fue bendición para ellos.
Esos libros bíblicos, más algunos otros de historia, nos muestran la otra cara de su realidad: Sufrieron una persecución tal, que la mayoría de ellos debió abandonar Jerusalén.
¿Quién dijo que vivir la vida cristiana es fácil?
Será fácil para algunos que no viven de acuerdo a la voluntad de Dios, y que aún así se dicen cristianos; pero para aquellos que intentamos vivir dentro de Su voluntad, no nos resulta tan fácil.
Las persecusiones que vivieron estos hermanos, vinieron como consecuencia de la gran victoria espiritual que estaban teniendo.
La gran conversión de personas al evangelio de Cristo, fue una tremenda victoria para el Reino de Dios, pero todo lo contrario para el príncipe de este mundo…
¿Acaso no debían sufrir consecuencias en el plano terrenal?
Sería ilógico pensar lo contrario. Pero, notemos una cosa: fueron consecuencias únicamente “terrenales”, más no espirituales.
Muchos debieron abandonar sus hogares e iglesias (a ellos les escribió Santiago en su epístola), pero como consecuencia de eso, sabes qué sucedió:
¡El Reino de los cielos se esparció por todos lados!
Y no solo porque Pablo predicaba entre los gentiles, sino porque muchos judíos cristianos conformaban iglesias hogareñas y eran una fuente de sustento para Reino de Dios, en donde sea que estuvieran.
Entonces, ¿fue fácil para ellos, les resultó gratis? No, claro que no. Lee nuevamente Santiago con esto en mente, y tal vez descubras cosas que nunca antes hayas notado…
No fue fácil, pero debía pasar, y por eso Dios lo permitió.
Mirando ahora nuestras vidas, y contrastándolas con las de aquellos, tal vez nuestras luchas y problemas ya no nos resulten tan complicados. ¿Cierto?
¿Quién nos persigue por predicar a Cristo? ¿Quién nos fuerza a abandonar nuestros hogares, nuestra familia de sangre, nuestros empleos, y todo lo que eso significa para nosotros y para nuestros cónyuges e hijos?
Lo que sí sabemos es que Dios respalda y acompaña a quienes se entregan por completo para servirle. Sucedió en aquel momento, al inicio de la Iglesia, y también sucede ahora.
¡Jesús respalda a Sus siervos!
Entonces, ¿será tiempo de entregarnos aún más al Señor? ¿Nos entregaremos realmente, sin importar las consecuencias?
¡Dios nos guíe por el camino de Su voluntad!
Padre de amor, hoy quiero entregar a ti mi vida tal como lo hicieron aquellos primeros hermanos en Cristo.
Quiero llevar tu palabra a donde sea que tú me envíes. Quiero ser un obrero que colabore activamente con el extendimiento del Reino de los cielos en la tierra.
Padre, háblame, enséñame, prepara mi mente y corazón. Quiero ser útil, quiero ser fiel, quiero vivir dentro de tu santa y divina voluntad.
Por eso Padre, sigue trabajando en mí, sigue tratando mi carácter, mi conducta, renueva mis pensamientos, dame la “mente de Cristo”.
Para ti sea la gloria, la honra y el honor. Bendito sea tu nombre, en el nombre de Cristo Jesús, amén.
Te invitamos a continuar leyendo más reflexiones cortas a través de los siguientes links:
Devocional diario: El ministerio de Jesús
Devocionales basados en el evangelio de Marcos
Si gustas escribirnos, no lo dudes, puedes hacerlo a través de la caja de comentarios. Estamos a tu disposición hasta donde nos sea posible, esperamos poder ser útiles para tu vida espiritual. ¡Dios te bendiga en todo!
Nos encantaría que nos dejes tu comentario