Por Arcadio Vega
A otro le dijo: «Ven tras Mí». Pero él contestó: «Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». «Deja que los muertos entierren a sus muertos», le respondió Jesús; «pero tú, ve y anuncia por todas partes el reino de Dios». También otro dijo: «Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa». Lucas 9:59-61.
Esta es una tentación que enfrentan los seres humanos, particularmente los jóvenes. Ellos dicen: Yo seguiría en la iglesia, pero soy joven y quiero gozarme la vida un poco. Un Pastor conversaba con unos jovencitos, y uno de ellos que parecía ser el vocero del grupo miraba atentamente al pastor quien le preguntó:
¿Quieres ir al cielo? El muchacho lo miró asombrado y moviendo la cabeza negativamente dijo: ¿Yo ir al cielo? Oh, no, yo no. ¿Quieres decir que no te gustaría ir al cielo cuando Cristo venga? Preguntó el pastor al muchacho. El muchacho respondió: Bueno, eso es diferente, creí que tenía que irme ahora mismo. Todos quieren ir al cielo pero viviendo a su manera y a su tiempo como diciendo: Señor, yo te seguiré, pero primero…
Amigo mío, años dedicados al yo pueden ser confesados y Jesús los perdona, pero nunca podrás reponer esos años malgastados. “La Cicatriz del pecado perdura.” Joven que lees este mensaje, por más mal que tú te portes Dios nunca dejará de amarte. Por más hondo que hayas caído en el pozo del pecado, Cristo sigue amándote y te perdona si vienes a él humillado en oración. Pero aunque Dios te perdone, “La Cicatriz del pecado quedará en ti.”
Ejemplo: En Estados Unidos nos mudamos de domicilio frecuentemente. Siempre hay cuadros que colgar. Muchas veces para terminar pronto yo cuelgo los cuadros donde mejor me parece, pero luego viene la señora y cambia los cuadros colgándolos en otro lugar. No cuesta mucho mover los cuadros, pero los huequitos de los clavos quedan allí para siempre en la pared. Así quedan en nosotros las marcas del pecado que marcaron nuestras vidas para siempre.
Querido joven, no esperes hasta que tu cuerpo entero esté tan marcado por el pecado que sientas lástima y vergüenza de ti mismo. Veamos algunas de las cicatrices que la sangre de Cristo no puede borrar. Digamos que tú quieres vivir diez años más a tu manera, y luego seguir al Señor. Por los próximos diez años, o sea, por 3,650 días más Cristo viene cada día y te dice: Dame hijo mío hoy tu corazón y tú lo rechazas. Proverbios 23:36.
¿Qué te hace pensar que cuando Cristo venga la 3,651 vez tú vas a seguirle? Esperar a mañana para aceptarle sólo te brinda un día más para arrepentirte, y uno menos para hacerlo. Muchos dicen: Voy a gozar la vida, y cuando tenga unos setenta años entonces busco al Señor, pues la religión es para los viejos. Cuando me quede poco de vida entonces me arrepentiré y buscaré a Dios.
Joven amigo, tú tienes que tomar el arrepentimiento cuando Dios te lo ofrece, no cuando tú creas que es el momento apropiado. Hechos 5:31. Hechos 11:18. No postergues ni un minuto más tu cita con el Señor. ¿Cómo sabes tú que vivirás mañana y que sentirás el deseo de arrepentirte?
Una Señorita se burlaba del Pastor de su iglesia quien la invitaba a aceptar al Señor. Ella siempre le decía: Pastor, cuando yo me vaya a morir con solo cuatro palabras lo arreglo todo con Dios. ¿Y cuáles son esas cuatro palabras, pregunto el Pastor? Ella, todavía burlándose del Pastor respondió: Esas cuatro palabras son: Perdona Señor Mis Pecados.
Días después ella tuvo un accidente, y el Pastor fue de inmediato al hospital a verla, y en su lecho de muerte mirando al Pastor sólo pudo decir cuatro palabras, pero no las que ella había practicado por tanto tiempo. Sólo pudo decir: “Demasiado Tarde Para Mí” y expiró sin decir nada más. Recuerda, sólo cuando Dios nos da la oportunidad de arrepentirnos es que podemos hacerlo. Hechos 5:31. Hebreos 12:17.
Otra cicatriz que la sangre de Cristo no puede borrar es el tiempo perdido sin hacerle caso. La sangre de Cristo no borrará el tiempo que das al mundo aunque más tarde aceptes al Señor y él te perdone. Siempre recordarás con dolor en tu corazón que Cristo te llamó hoy día pero no le hiciste caso.
Otra cicatriz que la sangre de Cristo no puede borrar, es la cicatriz de una mala influencia sobre otras personas. Nicky Cruz, fue un pandillero en N.Y. Un día cuando él iba a asesinar a un Ministro llamado David Wilkerson éste le dijo: Puedes matarme, cortarme en pedazos y arrojarlos a la calle, pero eso no me mpedirá decirte que Jesús te ama. Nicky fue conmovido grandemente y no lo mató.
Dos semanas más tarde el Pastor regresó al barrio de la pandilla de Nicky Cruz para dar unas conferencias. Nicky decidió ir una noche a las conferencias y asaltar al Pastor de nuevo pero ahora fue con su pandilla.
Sin embargo, cuando llegó la hora del asalto y posible crimen, Nicky comenzó a sentirse culpable por los acontecimientos y comenzó a orar. Esa noche el Pastor Wilkerson quien posiblemente iba a ser asesinado por Nicky Cruz, oró con Nicky y éste les pidió perdón a Dios y al pastor Wilkerson. Al otro día Nicky se entregó a la policía con todo su arsenal de armas.
El tiempo pasó, y un día Nicky conoció a Cristo, se convirtió al Señor, estudio teología se convirtió en un pastor, y desde entonces ha sido un gran predicador del evangelio. Dedicó su vida a la predicación del evangelio y a ayudar a los que de una u otra manera han sido afectados por la drogadicción.
Aunque hace muchos años que Nicky Cruz aceptó al Señor y Dios lo perdonó, cuando alguien le recuerda aquellos tiempos, lágrimas corren por sus mejillas al recordar que todos sus compañeros nunca aceptaron al Señor. Tú puedes venir al Señor arrepentido ahora mismo y él te perdona, pero la cicatriz de la mala influencia nunca se borrará de tu mente. Siempre recordarás que por tu mala influencia muchísimas personas se perdieron para siempre.
A ti joven que lees este mensaje Dios te dice: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años en los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento, o sea, no valió la pena vivir. Eclesiastés 12:1.” Dios te bendiga ricamente en todo. Amén y Amén.
Agradecemos a Arcadio Vega, quien desinteresadamente y con gran amor por Cristo, nos ha permitido publicar sus poemas y demás escritos sin esperar nada a cambio. ¡Dios te bendiga grandemente Arcadio!
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