Juan 3.35-36 – El que cree en el Hijo tiene vida eterna

Juan 3.35-36 – El que cree en el Hijo tiene vida eterna

Comentario Bíblico Devocional del Evangelio de Juan

Bienvenidos a este estudio del evangelio de Juan, en él analizaremos el significado e intentaremos explicar y aplicar las enseñanzas de los versículos 35 y 36 del capítulo 3 a nuestras vidas. Te invitamos a orar, leer y meditar en la palabra de Dios.

Introducción

Éstos son los últimos dos versículos del capítulo tres. Ya hemos visto las enseñanzas de Jesús en su encuentro con Nicodemo, las palabras de Juan el Bautista a sus discípulos y, en nuestro estudio anterior, vimos cómo el apóstol Juan (autor de este Evangelio) contrastaba a Jesús con Juan el Bautista.

Hoy veremos la culminación de este contraste entre Juan el Bautista y Jesucristo, el cual comenzó en Juan 3.31 y terminará ahora con 3.36. En los versículos anteriores Juan decía que Jesús vino del Cielo, que tenía mayor autoridad que el Bautista, que enseñaba lo que vio y oyó, y que hablaba las palabras de Dios, teniendo la ayuda del Espíritu Santo sin medida.

Y hoy veremos que Dios le entregó a Jesús todas las cosas, que quien cree en Jesús recibe el regalo de la vida eterna en su presencia, y también veremos qué sucede con quienes no logran depositar su fe en Él y obedecerle, y cuáles son las consecuencias presentes y a largo plazo para aquellos.

Texto Bíblico

35 »El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en Su mano. 36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él».

Juan 3.35-36 – NBLA

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Comentario del texto Bíblico

Juan 3.35-36 – El que cree en el Hijo tiene vida eterna

35

El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en Su mano

Al continuar con su exposición, el apóstol Juan llega al punto del amor del Padre para con el Hijo. Ya había dicho que Jesús estaba por sobre todo hombre (31) y que tenía la ayuda del Espíritu sin medida (34), y ahora lo que agrega es que, en su amor para con su Hijo, Dios le ha entregado todas las cosas en su mano.

El amor del Padre para con el Hijo

Para intentar entender mejor lo que el apóstol nos dice, nos resulta conveniente ayudarnos con otros textos que traten sobre el mismo tema. En nuestro caso podemos leer sobre el testimonio del amor del Padre para con el Hijo, tanto en el bautismo como en la transfiguración de Jesús (ver Mateo 3.17 y Mateo 17.5 respectivamente).

Otro texto que te invitamos a leer es el siguiente:

Yo les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y Yo en ellos».

Juan 17.26

Siendo que la declaración del apóstol Juan es tan clara, y que a su vez, los testimonios de Jesús y del Padre también lo son, no creemos conveniente ni necesario detenernos más en este punto. Es más que claro que Dios ama a su Hijo y que lo manifestó claramente en las escrituras (hay muchísimos versículos más que nos hablan sobre este tema).

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Veamos ahora el siguiente tema:

El control de Jesucristo sobre todas las cosas

En relación con “haber recibido todas las cosas en Su mano”, te invitamos a considerar dos de muchos textos que nos dicen que Jesús ha recibido como pertenencia particular a todos los que somos hijos de Dios. Por estos y por muchos otros textos es que entendemos que todos nosotros somos pertenencia suya, leamos:

28 No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús. 29 Y si ustedes son de Cristo, entonces son descendencia de Abraham, herederos según la promesa.

Gálatas 3.28-29

7 Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo. 8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. 9 Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos.

Romanos 14.7-9

Para considerar: Habiendo visto estos textos, y por ende, nuestra situación frente a Jesucristo, ¿Podrías detener un segundo tu lectura para pensar en lo siguiente?: ¿Refleja tu vida que eres del Señor? ¿Has hecho tuyas las palabras del apóstol Pablo en Romanos 14.7-9? ¿Vives para Cristo? ¿Te consideras suya/o? Esperamos que así sea.

Además de ser nuestro Señor y dueño, Él se identifica como el gran pastor de las ovejas (Juan 10.29-30) y como la cabeza de la Iglesia (Efesios 4.15). Por tanto, debe quedarnos más que claro que Dios ha puesto todas las cosas en las manos de su Hijo, y en especial, a cada uno de nosotros. ¡A Él sea la Gloria!

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Veamos ahora la

Posición, autoridad, poder y gloria de Jesucristo

Observemos primeramente los siguientes tres textos para luego continuar pensando juntos en el completo significado de “haber recibido todas las cosas en su mano”:

9 Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, 10 para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra,

Filipenses 2.9-10

12 dando gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en la Luz. 13 Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su Hijo amado, 14 en quien tenemos redención: el perdón de los pecados. 15 Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.

16 Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él. 17 Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen.

18 Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía. 19 Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud.

Colosenses 1.12-19

9 Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él, 10 y ustedes han sido hechos completos en Él, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad.

Colosenses 2.9-10

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Conclusión sobre el versículo 35

Habiendo leído nuestro texto de Juan, y también todos estos textos complementarios, los cuales nos han ayudado a comprender cuán grande es el poder, autoridad y gloria de Jesús sobre todas las cosas, no podemos hacer otra cosa que glorificar Su nombre y entregar nuestras vidas a nuestro Señor.

También pudiéramos hacer la siguiente aclaración: Dios le ha concedido a Jesús toda posesión, poder y autoridad por sobre todas las cosas, pero no porque no las haya tenido antes, sino porque al encarnarse debió dejar toda su gloria y venir a este mundo para cargar con los pecados de la humanidad, morir en una cruz, y luego resucitar para volver a tomar todo lo que había sido suyo antes.

Es claro que si bien Jesús nunca perdió Su poder y autoridad, sí se despojó momentáneamente de su gloria para poder identificarse con nosotros. Sin embargo, hoy está sentado a la diestra del Padre reinando sobre la Iglesia, lo que implica que hoy es nuestro Señor y Rey. ¿Verdad que lo es?

Eso es lo que debería reflejar nuestro testimonio, por tanto, si así es en tu vida ¡Gloria a Dios! Pero si no, este es un buen momento para buscar Su presencia y para ponerte en la posición correcta delante de Dios. Por favor medita en esto y si te es necesario, detén aquí tu lectura habla con tu Padre (quien siempre está dispuesto a escucharte).

Es por todo lo que hemos visto, por el plan de Dios y por la obra de Jesús, quien se convirtió en el mediador del nuevo pacto entre Dios y los seres humanos (Hebreos 9.15; 1 Timoteo 2.5), que el apóstol Juan continúa su exposición diciendo que:

Juan 3.35-36 - El que cree en el Hijo tiene vida eterna
Juan 3.35-36 – El que cree en el Hijo tiene vida eterna

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36

El que cree en el Hijo tiene vida eterna

No es esta la primera vez que Juan escribe sobre estos conceptos en su Evangelio, ya lo ha hecho antes y en especial al transmitir las palabras de Jesús en el contexto de su encuentro con Nicodemo (Juan 3.1-21). Así que, lo que hace aquí el apóstol es más bien un repaso de los conceptos expresados por Jesús en aquel encuentro.

Nosotros ya hemos tratado estos conceptos en estudios anteriores, y por lo tanto, para no reiterar lo ya escrito, lo que haremos es compartir los links hacia aquellos estudios. Creemos que en ellos ya decimos todo lo necesario respecto de la relación entre la fe y la vida eterna. Los estudios a los que nos referimos son los siguientes:

Juan 3.15 – Todo aquel que en Él cree tenga vida eterna

Juan 3.16 – De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito

Juan 3.17 – Dios envió a su Hijo para salvar al mundo y no para juzgarlo

Pero aún así, y con el fin de hacer algún aporte más allá de lo ya escrito, queremos dejarte los siguientes textos, los cuales nos hablan sobre la vida eterna que Dios nos tiene preparada.

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Más versículos sobre los planes de Dios para con nosotros: La vida eterna en Su presencia

El mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

1 Juan 2.13

11 Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en Su Hijo. 12 El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. 13 Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.

1 Juan 5.11-13

Por tanto, Yo vengo pronto, y Mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra.

Apocalipsis 22.12

Pero si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de Su Espíritu que habita en ustedes.

Romanos 8.11

En la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes.

Juan 14.2

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La nueva Jerusalén

1 Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. 2 Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. 3 Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: «El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. 4 Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado».

Apocalipsis 21.1-4

23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. 24 Las naciones andarán a su luz y los reyes de la tierra traerán a ella su gloria.

25 Sus puertas nunca se cerrarán de día (pues allí no habrá noche); 26 y traerán a ella la gloria y el honor de las naciones.

27 Jamás entrará en ella nada inmundo, ni el que practica abominación y mentira, sino sólo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero.

Apocalipsis 21.23-27

Antes de volver a nuestro texto nos gustaría preguntarte si estás segura/o de tener este destino eterno. ¿Crees estar escrito en el libro de la Vida? ¿Cómo estás seguro de eso? Esperamos que puedas responder con certeza a ambas preguntas, pero si no te es posible, tal vez podamos guiarte, por medio de la Palabra de Dios, para que halles tal certeza.

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Volvamos ahora a lo dicho por Juan en nuestro texto:

Pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él

En cierta forma, ya hemos visto el significado de este texto en el estudio:

Juan 3.18 – El que cree en Jesús no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado

En él hemos tratado el tema del pecado, de la situación en la cual nos encontramos frente a Dios gracias al mismo, y sobre Su juicio a la humanidad.

Por otro lado, la palabra ira (ὀργή), mencionada aquí por Juan, implica una indignación divina que permanece en quienes no obedecen a Jesucristo. Esta ira indefectiblemente conlleva un castigo eterno.

Dios se enfada (enoja) con los seres humanos cuando pecamos deliberadamente, y todavía más cuando teniendo la posibilidad de aceptar a Jesús como nuestro Señor, y cambiar nuestra forma de vida pecaminosa, tomamos la decisión de no hacerlo.

Cuando las personas deciden no tomar este regalo divino, entonces desprecian y desperdician, no solo la salvación por Él provista, sino también el sacrificio de Su Hijo en la cruz. Siendo ese el caso, la ira de Dios por el pecado, y por el rechazo de la salvación, permanece en tales personas. El por qué de todo esto es por lo siguiente:

Aquella ira es aplacada únicamente por el pago de la deuda que contrajimos gracias al pecado. Este pago sólo puede hacerse mediante la sangre de Jesucristo, y la misma sólo se aplica a nuestras vidas cuando depositamos en Jesús nuestra fe y comenzamos una nueva vida en Su presencia.

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Esto significa que:

Si no tomamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, la ira de Dios permanecerá en nosotros y no recibiremos la vida eterna que Él quiere darnos.

Esperamos haber sido claros en esta explicación, pero debemos decir que hemos simplificado mucho la misma con la intención de que sea sencilla.

También queremos dejar a tu disposición un estudio sobre las “consecuencias de vivir en el pecado”, si necesitas más explicación sobre lo que venimos viendo, tal vez la puedas encontrar en los siguientes links:

Consecuencias de vivir el el pecado – Primera Parte

Consecuencias de vivir el el pecado – Segunda Parte

Por otro lado te dejamos varios textos en los que se menciona la ira de Dios: Romanos 1:18; 2:5, 8; 3:5; 4:15; 5:9; 9:22; 12:19; Efesios 2:3; 5:6; Colosenses 3:6; 1 Tesalonicenses 1:10; 2:16; 5:9; Hebreos 3:11; 4:3; Apocalipsis 6:16-17; 14:10; 16:19 y 19:15. En todos ellos se habla sobre la misma, y además se dice a quienes se aplica por qué.

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Veamos ahora el siguiente tema:

La relación entre la salvación y obediencia

Como has visto, si bien hemos hablado de teología, no hemos nos hemos metido de lleno con ella.

No es nuestro interés hacer de estos comentarios un tratado teológico, sino poner a tu disposición una explicación que sea entendible y de fácil lectura (esperamos estar logrando nuestro objetivo, pero si no estamos pudiendo, te pedimos por favor que nos lo hagas saber).

Dicho esto, debemos aclarar que entendemos la salvación por fe y no por obras y que este concepto permanece en nuestras mentes y corazones más allá de que nuestro texto relacione la salvación con la obediencia. ¿Por qué continuamos con esta postura a pesar de leer este texto?

Porque la obediencia de la que se habla en el mismo no es aquella que nos lleva a hacer “cosas” a fin de “pagar o compensar” (de alguna manera), la salvación provista por Dios, sino que esta obediencia de la cual se habla es aquella que nos lleva a depositar nuestra fe en Jesucristo y a tomar la decisión de vivir según su voluntad.

Hacer “obras” de arrepentimiento, de gratitud y de entrega serán luego una consecuencia de esta decisión de entregar nuestras vidas a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. En este sentido es muy interesante analizar el texto de Santiago 2.14-26. La fe por sí sola debe llevarnos al agradecimiento, a la entrega de nuestras vidas y a la obediencia; pero las obras por sí mismas no nos llevan a la salvación.

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Concluyendo con este comentario

Esta última parte del texto (del capítulo 3 de este evangelio) ha sido mayormente una compilación teológica de varios temas de la fe cristiana. En varias oportunidades el apóstol Juan aprovecha para agrupar mucha doctrina en pocos párrafos, y estamos en presencia de dos versículos con esta característica.

A manera de resumen diremos que Jesucristo ha sido puesto por sobre toda cosa creada y que cada individuo tiene la posibilidad de depositar en Él su fe para alcanzar la salvación. Y que esto es lo que Dios espera de cada uno de nosotros.

No hacerlo implica permanecer en oscuridad espiritual y en una condición de lejanía con Dios, la cual llegará a ser eterna si es que partimos de este mundo sin haberlo hecho. Esta condición nos deja como enemigos de Dios y como objetos de su ira.

Al finalizar el comentario esperamos haber sido claros al tratar los conceptos tocados en estos textos, y esperamos tus comentarios en caso de no haberlo logrado (lógicamente también para cualquier comunicación que desees tener con Gracia y Vida).

Esperamos que la Luz de Dios ilumine tu vida y tu entendimiento, y que el Espíritu Santo te lleve a toda verdad espiritual. Por favor, medita en estos textos y habla con Dios al respecto. Que su entendimiento, su amor y su presencia llenen tu vida, en el nombre de Jesús, amén.

Aquí finalizamos el comentario y nos despedimos hasta el próximo, en él comenzaremos con el capítulo cuatro del Evangelio de Juan. ¡Dios te bendiga mucho!

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Aquí te dejamos algunos otros links que pudieran servirte para continuar estudiando este precioso Evangelio:

Nota

Todas las Citas Bíblicas fueron tomadas con permiso de de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2005 by The Lockman Foundation.

Juan 3.35-36 – El que cree en el Hijo tiene vida eterna

6 respuestas a «Juan 3.35-36 – El que cree en el Hijo tiene vida eterna»

Jesús vino encarnado para mostrarnos la voluntad de Dios que es buena, agradable y perfecta para con el mundo, vino a darnos su palabra con toda autoridad porque desciende del padre espiritual, a hacer brillar su luz, para aclararnos su palabra que es el pan o alimento espiritual, la vida eterna, a derramar su espíritu sanador y liberador de nuestra incredulidad y nuestros pecados.Quuen creaen él gozará de vida en abundancia, pero quién no creyese y no le obedeciese tendrá la condena eterna.

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